sábado, 1 de mayo de 2010

Los humanos como agentes de la naturaleza

La sinestesia no es considerada una enfermedad pero la epilepsia sí.

Ambos son fenómenos de origen neurológico.

La sinestesia se caracteriza por una extraña mezcla de los sentidos. Por ejemplo, alguien puede tener sensaciones gustativas al acariciar una superficie suave o percibir sonidos a partir de oler cierta fragancia.

La epilepsia suele provocar fenómenos corporales (convulsiones y pérdida de la conciencia). Un ataque de estos es molesto y hasta pone en riesgo la integridad del epiléptico.

Como son muy pocas las personas que tienen estas características, es una rareza. Por estar fuera de la norma estadística se consideran a-normalidades.

La tercera definición que nos da el Diccionario de la Real Academia Española de la palabra «enfermedad» dice: «Anormalidad dañosa en el funcionamiento de una institución, colectividad, etc.».

A su vez, la definición de «dañoso» tiene algo de subjetivo y por lo tanto, lo que para algunos es dañoso para otros puede no serlo.

Si la definición de «dañoso» es opinable, entonces se presta para que alguien levante la voz, ponga énfasis, insista, luche o haga publicidad para volcar la opinión a favor de sus intereses.

Es una buena inversión publicitar la vitamina C, leer libros o comprar un automóvil marca Volvo, alegando que de lo contrario podremos resfriarnos, desconocer algo importante o salir heridos en una colisión, respectivamente.

Hay muchos motivos para pensar que la naturaleza determina nuestros actos y que por lo tanto el libre albedrío sería sólo una ilusión colectiva.

Por si fuera poco, también la cultura nos agrega factores condicionantes que sobredeterminan nuestros actos.

Como integrantes de la naturaleza, recibimos órdenes de ella pero a su vez somos usados por ella como agentes provocadores de más condicionamientos. En este caso me estoy refiriendo a la publicidad.

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