sábado, 1 de mayo de 2010

El enfermo acusado

En algo somos todos iguales: sabemos que algún día moriremos pero hacemos lo posible para que esto ocurra lo más tarde posible.

A la muerte llegamos de muchas formas que podemos agrupar en tres categorías:

1) Muerte natural;

2) Muerte por accidente;

3) Muerte por enfermedad.

Quienes creen que existe el libre albedrío (1), no tienen más remedio que pensar que el suicidio es un acto de locura, de cobardía, (o de valentía), irracional, un homicidio, un gesto de egoísmo extremo, una actitud evasiva y otras adjetivaciones (calificaciones, críticas) por el estilo.

Quienes creemos que no existe el libre albedrío, no tenemos más remedio que pensar que el suicidio es la consecuencia natural de una enfermedad.

El proceso mental de quienes consideran la posibilidad de matarse, está fuera de su control ... al igual que cualquier otro pensamiento, idea, afecto o funcionamiento psíquico de cualquiera de nosotros.

Reconozco que para quienes tienen la salud psíquica dependiendo de creer que ellos pueden hacer lo que quieran con la vida (y por lo tanto con la muerte), es casi imposible aceptar que el libre albedrío es una ilusión.

Asumo que lo que propongo es como pedirle a alguien que suspenda la medicación que lo mantiene funcionando como si gozara de perfecta salud.

Lo que propongo no le conviene a todo el mundo. Existen muchas personas que viven bien (y sin molestar), consumiendo drogas sistemáticamente o conservando creencias que no resisten el menor análisis.

Mi opinión es que el suicidio es una forma de morir que pertenece legítimamente a la categoría «Muerte por enfermedad».

Por lo tanto, los suicidas y los enfermos terminales merecerían de nosotros sentimientos (calificaciones, críticas, consideraciones) idénticos.

(1) ¿Qué libertad?
Soy libre de hacer lo que deba
Lexotán con papas fritas

Cállate que estoy hablando
Lo que la naturaleza no da, nadie lo presta

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