sábado, 1 de mayo de 2010

El fracaso perseverante

Para poder cambiar algo de lo que viene ocurriendo en la humanidad desde hace miles de años, tenemos que pensar y hacer cosas diferentes a las que ya pensamos e hicimos con los resultados insatisfactorios que hoy constatamos.

Un ejemplo de mi agrado refiere a Copérnico [imagen] quien cometió el desacato intelectual de suponer que la Tierra no está en el centro del universo.

Otro ejemplo interesante es el de Darwin quien cometió el desacato intelectual de suponer que el ser humano no es una creatura de Dios sino que es un descendiente del mono.

Uno ejemplo que me divierte especialmente es el de Freud quien cometió el desacato intelectual de suponer que el ser humano no hace lo que se le antoja (libre albedrío) sino que obedece a su inconsciente.

Pero estos son sólo datos anecdóticos. Lo cierto es que los geniales investigadores de todas las épocas no produjeron ideas que resolvieran la injusta distribución de la riqueza.

Por lo tanto la forma de analizar el problema de la pobreza recurriendo a lo que ya fue pensado y aplicado, no va por buen camino.

Casi la totalidad de quienes investigan un fenómeno que los apasiona (como a mí me apasiona la pobreza patológica y los posibles abordajes terapéuticos), estudian todo lo que hayan dicho los autores más reconocidos como importantes y luego realizan interpretaciones y recombinaciones de aquellas ideas ... aunque no dieron resultado.

Esta es una causa de por qué casi no cito autores y de por qué mis hipótesis, conjeturas y propuestas parecen traídas de los pelos o disparatadas o directamente locas. Las que parecerían mejores ¡fracasaron!

Los irónicos dicen que siempre es bueno cambiar algo para que todo siga igual. A mí me entusiasma ironizar sobre esta ironía.

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