La pobreza patológica se manifiesta tanto cuando no se puede ganar dinero a pesar de contar con oportunidades suficientes como cuando por algún motivo se hace una administración de los recursos que genera pérdidas.
Todos tenemos actos compulsivos que nos llevan a realizar acciones no debidamente meditadas, controladas, oportunas.
Por ejemplo, el lento proceso de pagar las compras en un supermercado puede llevarnos a tomar alguno de esos pequeños objetos que suelen estar cerca de quienes hacen la fila para pagar (golosinas, adornos, baterías).
La dimensión de estos actos poco meditados suele influir muy poco en la economía de la mayoría de las personas, pero la situación empeora cuando los gastos compulsivos comprometen partes significativas de nuestros recursos.
Uno de ellos puede estar vinculado a los juegos de azar. Una ludopatía es la imposibilidad de controlar la compulsión a realizar apuestas demasiado grandes en comparación con el patrimonio.
El descontrol que padecen estas personas las avergüenza y tratan por todos los medios de ocultarlo.
No creo que corresponda juzgar la conducta de alguien que no puede controlarla. En varios artículos anteriores (1) he dado argumentos para fundamentar mi creencia en que el libre albedrío es una construcción social necesaria para controlar los descontroles.
Por lo tanto, las asociaciones de personas que necesitan unirse para ayudarse mutuamente pero conservando su anonimato (Alcohólicos, Bulímicos, Ludópatas), han encontrado este recurso para atemperar los efectos perjudiciales de esta construcción social llamada libre albedrío.
(1) ¿Qué libertad?
Soy libre de hacer lo que deba
Lexotán con papas fritas
Cállate que estoy hablando
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