sábado, 1 de mayo de 2010

Dejad de los perversos vengan a mí

¿Qué estoy haciendo?

Se lo diré para que lo entendamos usted y yo: Procuro describir qué hacemos y por qué lo hacemos, no para denunciarlo, no para criticarlo, sino para seguir haciéndolo concientemente.

En casi todos mis artículos sale a luz algún tema humano observado con criterio psicoanalítico (preferentemente lacaniano).

Si a un lector le interesa el tema y lo lee, activará en su cerebro neuronas, hormonas y moléculas, y se producirán cambios en su anatomía y funcionamiento.

Cuando un texto es útil para la vida del lector, seguramente notará que siente interés y si no es útil, simplemente lo notará aburrido y dejará de leerlo en los primeros párrafos.

Según esta visión de lo que es leer, escuchar, pensar, soñar (dormido), experimentar, sólo nos influirán los estímulos que favorezcan nuestra particular forma de responder al instinto de conservación, esto es, si beneficia nuestra salud, bienestar, supervivencia y reproducción.

Según esta visión, todo lo que no nos sirva para cumplir esos objetivos vitales, contará con nuestro rechazo, desatención, olvido, aburrimiento.

Por ejemplo, puedo decirle que la mentira siempre es un fenómeno resultante de una estructura perversa.

Quienes conservan parte de la perversión que es propia de la niñez, no aceptan (están inhibidos, así viven mejor, necesitan negar) los imposibles.

El gran eslogan «querer es poder», es el grito de gloria de los perversos.

Quizá usted no pueda creer que todas esas maravillosas personas empeñosas, obstinadas, capaces de grandes logros, sean así porque son perversas.

Pues sí, son perversos, porque la particularidad de este estilo psíquico es poseer una organización metal (neuronas, hormonas y moléculas) que no admite la frustración, ni carecer de control (sobre la vida propia y ajena).

Necesitan creer en el libre albedrío para imaginar que hacen lo que quieren.


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