sábado, 1 de mayo de 2010

La sUERTE angustia tanto como la mUERTE

La expresión «Ver para creer» merece alguna aclaración:

1º) Un perfume no se ve pero sabemos de su existencia;

2º) Ciertos volúmenes del universo no los vemos pero sabemos de su existencia;

3º) No quedan testigos de la Revolución Francesa, pero sabemos de su existencia.

En un artículo titulado Comer la verdad les comento que nuestra capacidad perceptiva sólo capta la realidad fragmentándola.

En otro artículo publicado hoy con el título Los análisis de Hiroshima y Nagasaki agrego que somos diestros analizando pero siniestros sintetizando (sabemos desarmar pero nos cuesta re-armar).

Por azar entendemos la forma en que se presentan los acontecimientos imprevistos, cuando parecen obra de la casualidad, o se registran como eventos fortuitos.

Con las ideas presentadas más arriba podemos elaborar la hipótesis según la cual «creemos en el azar porque los humanos no podemos percibir y comprender las causas de ciertos eventos».

Si observamos cómo vuelan las esferas numeradas de un bolillero de lotería, no podemos detectar por qué causa aparece primero una de ellas y no alguna de las otras 99.

Entonces afirmamos: El azar quiso que esa fuera la bola sorteada o el azar quiso que todas las demás permanecieran dentro del bolillero.

Lo cierto es que existieron muchas causas convergentes y sincronizadas para que saliera ese número y ningún otro, pero lamentablemente nuestro cerebro no puede ni conocerlas, ni abarcarlas ni organizarlas en una respuesta concluyente.

Ahora observe esto: si lo que está en juego es nuestra propia existencia, nos negamos a reconocer que no controlamos nuestras circunstancias. Nuestro cerebro rechaza su falta de protagonismo y nula influencia sobre lo que le toca vivir, disfrutar o padecer.

De forma antojadiza, arbitraria e irracional, afirmamos que el azar influye sobre los objetos pero que es nuestra voluntad la que determina nuestras circunstancias.

●●●

No hay comentarios: