sábado, 26 de febrero de 2011

Mi corazón segrega mucho amor por ti

Lo que pensamos, sentimos, imaginamos, recordamos, son una consecuencia del funcionamiento orgánico autónomo, automático, propio de cualquier ser vivo.

Cada especie animal o vegetal (cabra, abeto) posee características que las hacen diferentes a las demás.

En realidad somos los humanos quienes con nuestra manera de pensar, encontramos rasgos similares y no podemos evitar la creación de categorías, calificaciones, comparaciones.

¿Por qué nuestra cabeza produce ideas, comparaciones, sentimientos, recuerdos?

La respuesta verdadera, no la busquen porque no existe. Sólo existen hipótesis (teorías explicativas), de las cuales acá va una.

Pero antes digo: Otra característica de nuestra mente es que a veces toma por verdaderas hipótesis convincentes, seductoras, divertidas.

Tomo como premisa que todo es materia. No existen espíritus, seres ideales. La magia es pura fantasía.

Parto del supuesto que esa materia está dotada de energía, está en constante movimiento, cambiando (de estructura o de lugar).

Nuestro cuerpo también: tiene una materia que está en permanente transformación.

Nuestro pensamiento (ideas, emociones, recuerdos) es parte de ese funcionamiento.

Todo lo que nos ocurre, si pasa por nuestra conciencia, nos genera un pensamiento. Lo que no pasa por nuestra conciencia, no genera pensamientos.

Por ejemplo, la falta de alimentos se hace consciente mediante el hambre y pensamos qué podríamos comer.

Algunos funcionamientos conscientes no son tan claros como el hambre y los pensamientos segregados son más inespecíficos.

Ante estos, suponemos historias explicativas: estoy triste porque se aproxima mi cumpleaños, estoy animoso porque ayer cobré el sueldo, no quiero atender el teléfono porque puede ser la tía Marlene que llama para quejarse.

Estos pensamientos (sentimientos, ideas, preocupaciones) son coherentes con el estado corporal que funciona automáticamente, como en cualquier ser vivo.

Las ideas que lo acompañan son posteriores, una consecuencia, pero no al revés: nuestras ideas no provocan malestares sino que los malestares provocan ideas.

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