El idioma español «sugiere» rechazar el progreso económico de los hispanos.
El lenguaje es nuestro sistema operativo así como Windows, Linux o Mac lo son de las computadoras (1).
Esta comparación entre el lenguaje y el sistema operativo de los procesadores, es bastante confiable puesto que uno y otro permiten un diálogo, entre la persona y sus semejantes o entre una máquina y quien la usa, respectivamente.
Una de las semejanzas está en que el lenguaje es una herramienta que condiciona a quien la usa.
Efectivamente, los humanos no podemos pensar lo que se nos antoja porque estamos condicionados por la estructura del lenguaje que aprendimos (español, inglés, francés) y —de modo similar— el usuario de una computadora no puede manejarla a su antojo porque el sistema operativo también tiene cierta estructura que habilita algunas prácticas y otras las vuelve imposibles.
Veamos un ejemplo que, deliberadamente, es el motivo central de este artículo.
El verbo castigar significa causar dolor (físico o moral) a quien fue condenado por cometer una falta.
Cualquier hispanoparlante que consultemos, nos dirá que castigador es quien castiga (a quien fue condenado por cometer una falta).
Pero nuestro sistema operativo, que dirige nuestros actos, que nos prohíbe pensar caprichosamente, nos impone algo sorprendente.
Castigador, no solamente es quien ejecuta un castigo sino también quien «despierta amor pero no lo corresponde», es decir que son castigadoras las personas seductoras, conquistadoras y audaces.
Necesito dar un paso más para decir que las personas seductoras, conquistadoras y audaces son las que más trabajan, se asocian y se arriesgan para acceder a una mejor calidad de vida (ganar dinero, enriquecerse, progresar).
Es legítimo suponer que nuestro lenguaje (sistema operativo humano) nos condiciona para rechazar a quienes intenten mejorar económicamente porque es casi imposible aceptar, acompañar y —mucho menos— amar a un castigador.
(1) ¿Qué versión de inconsciente posee usted?
Los cerebros están en red
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