viernes, 1 de junio de 2012

Sin mérito ni demérito



Los trabajadores o artistas expertos, lo son por la acumulación de tres factores ajenos a su voluntad, responsabilidad o mérito.

Les planteo un punto de vista algo diferente al que habitualmente utilizamos, porque desde él pueden surgir nuevas ideas con las que los humanos vivamos mejor.

Desde este punto de vista diferente podemos ver que los humanos funcionamos como cualquier otro animal o planta aunque con la particularidad (que nos hace distintos aunque no mejores ni peores, ni inferiores ni superiores), con la particularidad, decía, de que cada cosa que nos ocurre la interpretamos como que es el resultado de una acción pensada y decidida por nosotros.

Para plantearlo con una imagen, imaginemos a un niño que viaja en un vehículo junto a sus padres y que, en su fantasía, hace los movimientos de quien conduce, convencido de que es él quien hace todas la maniobras.

Desde este punto de vista, ¿cómo podemos definir a una persona experta (práctica, hábil, experimentada) en un determinado desempeño (tarea, trabajo, faena)?

Podemos definirla como alguien que sabe cómo hacerlo bien, una y otra vez.

Esta destreza la tiene porque posee un talento natural, tuvo el aprendizaje necesario y adquirió la suficiente experiencia.

De estos tres factores, el talento natural es algo que le tocó en suerte desde que fue concebido por sus padres, mientras que el aprendizaje y la experiencia llegaron a él a lo largo del tiempo y de las múltiples ocasiones que se vio enfrentado a resolver problemas similares o idénticos.

Desde este punto de vista, ninguno de los tres factores es responsabilidad del experto que estamos describiendo.

La dotación genética le vino dada por la casualidad y las circunstancias de vida que le tocaron en suerte hicieron que terminara siendo un informático, piloto o cocinero experto, sin mérito ni demérito.

(Este es el Artículo Nº 1.563)

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