Los trabajadores o artistas expertos, lo son por la
acumulación de tres factores ajenos a su voluntad, responsabilidad o mérito.
Les planteo un punto de vista algo diferente
al que habitualmente utilizamos, porque desde él pueden surgir nuevas ideas con
las que los humanos vivamos mejor.
Desde este punto de vista diferente podemos
ver que los humanos funcionamos como cualquier otro animal o planta aunque con
la particularidad (que nos hace distintos aunque no mejores ni peores, ni
inferiores ni superiores), con la particularidad, decía, de que cada cosa que
nos ocurre la interpretamos como que es el resultado de una acción pensada y
decidida por nosotros.
Para plantearlo con una imagen, imaginemos a
un niño que viaja en un vehículo junto a sus padres y que, en su fantasía, hace
los movimientos de quien conduce, convencido de que es él quien hace todas la
maniobras.
Desde este punto de vista, ¿cómo podemos
definir a una persona experta (práctica, hábil, experimentada)
en un determinado desempeño (tarea, trabajo, faena)?
Podemos definirla como alguien que sabe cómo
hacerlo bien, una y otra vez.
Esta destreza la tiene porque posee un talento
natural, tuvo el aprendizaje necesario y adquirió la suficiente experiencia.
De estos tres factores, el talento natural es
algo que le tocó en suerte desde que fue concebido por sus padres, mientras que
el aprendizaje y la experiencia llegaron a él a lo largo del tiempo y de las
múltiples ocasiones que se vio enfrentado a resolver problemas similares o
idénticos.
Desde este punto de vista, ninguno de los tres
factores es responsabilidad del experto que estamos describiendo.
La dotación genética le vino dada por la
casualidad y las circunstancias de vida que le tocaron en suerte hicieron que
terminara siendo un informático, piloto o cocinero experto, sin mérito ni
demérito.
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