viernes, 1 de junio de 2012

Que nos amen, es cuestión de suerte



Necesitamos el amor tanto como el aire pero que nos amen es cuestión de suerte.

¡Qué difícil es saber cuánto valemos! ... y no es para menos: la información que recibimos de los demás (familiares, amigos, maestros, compañeros de estudio) no podría ser más contradictoria, subjetiva, cambiante.

Como si esto fuera poco, nuestro cerebro procesa con mayor ineficiencia los datos que nos conciernen aunque demuestre genialidad con los temas que le son indiferentes.

Si bien nunca sabemos a quién creerle, nuestro cerebro está muy condicionado para creerle a quien nos ratifique y a no creerle a quien nos contradiga.

Cuando nuestra cabeza se caracteriza por su terquedad, es casi imposible que podamos oír opiniones opuestas a las que tenemos.

Estas peripecias mentales y afectivas, podrían ser inútiles si en los hechos ninguna opinión (favorable o desfavorable) fuera digna de crédito; si todas estuvieran equivocadas.

No tenemos datos suficientes para descartar el siguiente punto de vista:

1º) Todos los seres humanos necesitamos ser amados, tanto como aire para poder respirar;

2º) Una mayoría piensa que el fenómeno mágico de ser amados está bajo nuestro control; piensa que si nos proponemos podemos provocar el amor hacia nosotros de cualquier persona;

3º) Una mayoría piensa que cuando alguien deja de querernos es por nuestra culpa y responsabilidad.

Tampoco tenemos datos suficientes para descartar este otro punto de vista:

1º) (Que necesitamos ser amados, no está en duda);

2º) Ser queridos o no queridos es una cuestión de suerte pues no elegimos a nuestros familiares y muchas veces nos rodea gente que ni elegimos ni podemos ignorar (vecinos, compañeros de estudio, jefes);

3º) La suerte es determinante en que dejen de querernos y es imposible influir por mucho tiempo sobre el amor que inspiramos.

En suma: que nos amen es solo cuestión de suerte.

(Este es el Artículo Nº 1.574)

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