Necesitamos el amor tanto como el aire pero que nos amen es
cuestión de suerte.
¡Qué difícil es saber cuánto valemos! ... y no
es para menos: la información que recibimos de los demás (familiares, amigos,
maestros, compañeros de estudio) no podría ser más contradictoria, subjetiva, cambiante.
Como si esto fuera poco, nuestro cerebro
procesa con mayor ineficiencia los datos que nos conciernen aunque demuestre
genialidad con los temas que le son indiferentes.
Si bien nunca sabemos a quién creerle, nuestro
cerebro está muy condicionado para creerle a quien nos ratifique y a no creerle
a quien nos contradiga.
Cuando nuestra cabeza se caracteriza por su
terquedad, es casi imposible que podamos oír opiniones opuestas a las que
tenemos.
Estas peripecias mentales y afectivas, podrían
ser inútiles si en los hechos ninguna opinión (favorable o desfavorable) fuera
digna de crédito; si todas estuvieran equivocadas.
No tenemos datos suficientes para descartar el
siguiente punto de vista:
1º) Todos los seres humanos necesitamos ser
amados, tanto como aire para poder respirar;
2º) Una mayoría piensa que el fenómeno mágico
de ser amados está bajo nuestro control; piensa que si nos proponemos podemos
provocar el amor hacia nosotros de cualquier persona;
3º) Una mayoría piensa que cuando alguien deja
de querernos es por nuestra culpa y responsabilidad.
Tampoco
tenemos datos suficientes para descartar este otro punto de vista:
1º)
(Que necesitamos ser amados, no está en duda);
2º)
Ser queridos o no queridos es una cuestión de suerte pues no elegimos a
nuestros familiares y muchas veces nos rodea gente que ni elegimos ni podemos
ignorar (vecinos, compañeros de estudio, jefes);
3º)
La suerte es determinante en que dejen de querernos y es imposible influir por
mucho tiempo sobre el amor que inspiramos.
En suma: que nos amen es solo cuestión
de suerte.
(Este es el
Artículo Nº 1.574)
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