viernes, 1 de junio de 2012

El consumo de «injusticia» y la energía humana



La injusticia nos da energía, como si nos recargara una batería eléctrica. Por esto buscamos y «consumimos» injusticias.

Una de las principales fuentes de energía del ser humano son las injusticias.

Efectivamente, las injusticias nos excitan, enfurecen, frustran, enojan, irritan,  sulfuran, encolerizan, crispan, impacientan, encrespan, con todo lo cual los humanos mejoramos, actuamos, estudiamos, debatimos, peleamos, nos capacitamos, nos unimos para contrarrestar las injusticias que nos amenazan.

¿A qué estoy llamando «injusticias»?

No solamente incluyo en esta categoría a las acusaciones sociales, legales y penales de las que podamos ser víctimas («fulano no me saludó», «fulano transgredió tal norma», «fulano le robó al vecino»), sino también a la universal discrepancia que existe entre «lo que debería ser» y «lo que humanamente puede ser».

Es acá donde somos atacados por la injusticia de la forma más salvaje, vil e imperdonable.

Cuando otros nos recriminan exigiéndonos que:

— deberíamos ser más puntuales;
— que no deberíamos ensuciar los espacios comunes;
— que no deberíamos decir mentiras (ni siquiera piadosas);
— que deberíamos pagar todos nuestros impuestos sin chistar;
— que no deberíamos jugar en el horario de trabajo;
— que deberíamos ser más tolerantes con las equivocaciones ajenas;
— etc., etc., etc.

...nos están exigiendo, acusando, imponiendo reclamos injustos, INHUMANOS.

El hecho de que las injusticias son para nuestro cerebro una fuente de valiosa energía, es determinante de una cantidad de acontecimientos que nos acompañan a lo largo de toda la vida.

Por ejemplo, así como los autos eléctricos quedan varias horas recargando sus baterías, preferentemente en horario nocturno, los humanos solemos «conectarnos» a las fuentes de información (noticieros televisivos) en las que nos enteramos, con inconfesable placer, sobre los infortunios, las tragedias  y las injusticias que padecen otros que se nos parecen pero que «felizmente» son desconocidos.

Estas pequeñas dosis de injusticia también recargan nuestras «baterías».

(Este es el Artículo Nº 1.565)

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