Algunos adultos creen que hacen falta un gran cuerpo y mucho
dinero porque conservan la comparación con sus padres que hacían en la
infancia.
En otro artículo (1) les comenté textualmente
que «Muchos de nuestros criterios
de valoración fueron desarrollados a edades muy tempranas y pueden permanecer
vigentes toda la vida».
Esos
criterios estuvieron determinados, no solamente por el discernimiento propio de
los 5 años sino también por las diferencias de estatura que teníamos con
nuestros padres y demás adultos significativos.
A esa edad
nos gustaba jugar, es decir, divertirnos imaginando que vivíamos otra realidad
y uno de los juegos consistía en imaginarnos adultos: bomberos, médicos,
policías, maestros.
Como les
decía en el artículo mencionado al principio, gran parte de nuestros criterios
adultos no difieren mucho de aquellos que forjamos cuando éramos niños.
Algo que
suele perturbar a muchos varones refiere al tamaño del pene. Si bien su función
reproductiva puede ejercerse con un largo de 8 a 10 cms. en su estado de
erección, algunos hombres piensan que con menos de 15 a 20 cms. no podrán
reproducirse.
De manera
similar les ocurre a las niñas que cuando llegan a la edad adulta se sienten
inferiorizadas si no poseen senos grandes... sin darse cuenta que están
haciendo comparaciones con la mentalidad de aquellas niñas cuando veían y
admiraban a la madre, a las tías, a las maestras.
En suma: los resabios infantiles influyen en los
adultos para suponer genéricamente que la abundancia es imprescindible para
poder desempeñarse mínimamente bien: estatura, un gran pene, grandes senos y
mucho dinero.
En este
asunto también podemos guiarnos por lo que percibió aquel niño que fuimos,
lógicamente sin dinero, siempre dependiente de unos padres que parecían ricos.
En suma: los adultos podemos ser razonablemente
exitosos sin tantas «grandezas» en estatura, pene, senos y dinero.
(Este es el
Artículo Nº 1.547)
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