Nadie es injusto porque
quiere sino porque le resulta imposible comprender y ser más justo.
Nuestra cultura conserva rasgos de elevada crueldad pero
recién lo sabremos dentro de mil años, cuando podamos estar en una posición
similar a la que hoy tenemos respecto a la Edad Media, en la que los usos y
costumbres de aquella época hoy nos parecen salvajes, despiadados, inhumanos.
Esta hipótesis no pretende adivinar el futuro, pero sí
pretende suponer que continuará la tendencia que marca las conductas de las
diferentes generaciones.
Esta determinación de la tendencia consiste simplemente en
imaginar que si hace diez siglos los cirujanos no se lavaban las manos para
cortar el cuerpo de un enfermo y hoy lo hace con escaso riesgo de provocar
infecciones, de continuar esta evolución, dentro de diez siglos más a nadie se
le ocurrirá cortar la piel para modificar el interior del cuerpo pues la
tecnología permitirá hacer cambios sin recurrir a procedimientos invasivos.
Es mi creencia que en un futuro dejaremos de creer en el libre albedrío y podremos asumir que
nadie hace lo que quiere sino que somos actuados por factores naturales que aun
no somos capaces de percibir.
Entre los trabajadores de la salud mental constatamos cuán
injusta es la gente cuando juzga a quienes padecen enfermedades de este tipo.
Es casi imposible que los no iniciados comprendan que cuando
alguien tiene una conducta distorsionada por una enfermedad, es categóricamente
imposible que el afectado armonice su desempeño a pura fuerza de voluntad.
Esta ignorancia e incomprensión actúa como dinamita pura.
Quienes acompañan en la vida a un enfermo mental, a veces
demoran años en darse cuenta que no hay culpa sino imposibilidad de hacer las
cosas mejor.
Es desgarrador presenciar la conducta medieval de quienes no
comprenden ... porque NO PUEDEN COMPRENDER.
(Este es el Artículo Nº 1.788)
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