Describir, conocer y documentar por escrito los términos de nuestra convivencia solo es útil para algunos de quienes creen en el libre albedrío.
Los humanos podemos pertenecer a una de estas
dos categorías:
a) Aquellos que prefieren hablar, aclarar,
contratar, explicitar, describir, los términos de un vínculo afectivo, de una
relación comercial o laboral, de las normas de convivencia establecidas en
nuestro colectivo; y
b) Aquellos que prefieren hacer todo lo
contrario no gustan hablar de esos asuntos, prefieren pensar mínimamente sobre
cómo están vinculados, qué puede entenderse por la relación comercial o
laboral, desean ignorar las leyes y normas de convivencia de su sociedad.
De alguna manera también ambos grupos se
caracterizan por su relación con el conocimiento: Los primeros prefieren saber
y los segundos prefieren ignorar.
De estas características se desprende que los
primeros prefieren «las
cosas claras» y previsibles, mientras que los segundos viven mejor en la
confusión, la anarquía y la improvisación.
Desde un
punto de vista muy general, ninguna de las dos opciones es mejor que la otra en
tanto podamos admitir que los humanos no decidimos nada sino que la naturaleza
se encarga de inducirnos conductas, que parecerían ser adoptadas en uso de un
supuesto libre albedrío, pero que en realidad están determinadas por una cantidad no identificada de factores ajenos a
nuestro control (genéticos, biológicos, culturales, accidentales y muchos más).
Para
quienes creen que los seres humanos somos responsables de nuestras acciones, es
muy importante tener todos los términos de la convivencia bien claros,
explicitados y si fuera posible, documentados por escrito.
Algunas
personas hacen algo diferente: dicen creer en el libre albedrío pero prefieren la ausencia de contratos e ignorar
las normas de convivencia pues quieren que todos sean muy estudiosos y
disciplinados pero reservándose el derecho de ser anárquicos e irresponsables.
(Este es el Artículo Nº 1.799)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario