El dedo pulgar está asociado a la muerte ante
público de un ciudadano y a la represión pública de los ciudadanos.
De un modo aparentemente
errático, caótico y desorganizado, compartiré con ustedes una idea que, sin
embargo, podría ser lógica en tanto no seamos exageradamente apegados a un
razonamiento inflexible.
En algún momento de la historia,
a los gobernantes del imperio romano se les ocurrió decir que al jefe máximo de
su régimen se le llamaría César.
«El César» se parecía al famoso personaje de Ian Fleming, James Bond, en
tanto «el César» tenía licencia para
matar.
Un espectáculo popular de aquella época era la lucha entre
soldados (gladiadores) y, para culminar el espectáculo, el luchador triunfante,
luego de inmovilizar al vencido, miraba al César quien con un gesto elocuente
decidía si el vencido merecía morir o seguir con vida.
Ese gesto elocuente tenía como protagonista al dedo pulgar.
Si el César lo mostraba hacia abajo, el vencido merecía morir, y si lo ponía
hacia arriba, merecía vivir.
Como vemos, conociendo o no esta historia, muy probablemente
todos asociemos al primer dedo de la mano como al que determina asuntos tan
trascendentes como la vida o la muerte de otras personas.
En nuestro idioma, no solo se denomina «pulgar», sino
también «gordo» o «pólice».
La palabra «pólice» (1) hace pensar inevitablemente en
«policía».
La policía tiene por función mantener el orden entre los
ciudadanos, pero este rol suele estar ejecutado mediante prácticas violentas,
represivas, crueles y a veces también mortíferas.
Nuevamente tenemos asociado el «dedo gordo» con la muerte
violenta, con la ejecución autorizada por el todo poderoso César romano.
Estas referencias me llevan a algo aparentemente trivial
aunque presumiblemente provisto de alguno de estos elementos fatales: el uso
casi exclusivo del pulgar en el manejo de los imprescindibles teléfonos
celulares.
(Este es el Artículo Nº 1.789)
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