Los «sonidos» que produce la pareja humana haciendo el amor pueden ser interpretados como de placer o de dolor.
No creo que exista ese tal
espíritu en el que creen devotamente más de la mitad de la humanidad.
Esta mayoría logra que la idea
subsista a fuerza de insistir, pero lo mismo ocurrió cuando se decía que el sol
gira alrededor de la tierra, Copérnico dijo que la Tierra gira alrededor del
sol, finalmente se comprobó que Copérnico tenía razón, y en pleno siglo 21 las
maestras enseñan a los niños que «el sol sale
por el este», como si no fuéramos los terrícolas quienes comenzamos a verlo por el este.
Si necesitamos que el sol salga por el este seguiremos
pensando que él gira a nuestro alrededor y si necesitamos que exista un espíritu, inmortal, inmaterial y divino,
pues la mayoría seguirá hablando de ese componente divino que nos convierte en
inmortales.
Sin embargo, nada prueba que
dicho espíritu exista y por eso me permito ubicarme en la minoría para decir
que, en todo caso, la materia de la que estamos hechos nos provoca ciertas
sensaciones subjetivas que, por no saber bien qué las produce tenemos permitido
suponer, provisoriamente, que sí, que tenemos lo que la mayoría desea tener.
Pues bien, el espíritu o la
psiquis o lo como desee llamarlo, determina nuestra forma de ser: bondadosa o
maligna, fuertes o débiles, pacíficos o violentos, o lo que sea.
Ese espíritu o psiquis puede
estar forjado por nuestras experiencias infantiles y, puesto que desde el
misterioso dormitorio de nuestros padres suelen salir sonidos que un niño no
sabe si son de dolor o de placer, muchos pequeños pueden forjar su espíritu
pensando que amar es provocar dolor a la mujer, entonces de ahí saldrá un
hombre golpeador.
(Este es el Artículo Nº 1.796)
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