jueves, 2 de agosto de 2012

Los dolores vitales y el libre albedrío



Creemos en el libre albedrío para asegurarnos de que padeceremos dolorosos errores necesarios para conservar el fenómeno vida (1).

La sexualidad humana es muy sencilla pero se torna difícil y hasta imposible de entender si insistimos con que los humanos tenemos libre albedrío.

Esta pretensión, creencia o dogma nos causa graves problemas y no serían tan molestos si no fuera porque la necesidad que tenemos de creer en nuestra capacidad de tomar decisiones, es tan importante para nuestro ego.

Hasta me animaría a decir que lo que más nos importa no es tanto suponer que somos libres de hacer lo que se nos antoja, sino que lo único que pretendemos es ser diferentes al resto de los animales.

Esta creencia en que «hacemos lo que se nos antoja» es fundamental a la hora de imaginarnos con poder.

¿Y por qué somos tan dependientes de tener poder?

Sin olvidarnos de que para vivir tenemos que hacer un esfuerzo físico que consume energía y que cuando estamos sin ella, nuestra vida corre peligro, quizás exista una causa escondida de por qué somos tan dependientes de tener poder.

En varias ocasiones (1) he comentado que nuestras reacciones ante el dolor y el placer parecen haber sido instaladas por la naturaleza para que el fenómeno vida no se interrumpa.

Pues bien, anhelamos tener poder precisamente para quedar expuestos al dolor que significa darnos cuenta que en realidad no lo tenemos.

En otras palabras: como la conservación de la vida depende de acciones provocadas por nuestros dolores y placeres, entonces nuestra inocultable exposición a cometer errores de consecuencias dolorosas, podemos explicarla diciendo que «la naturaleza nos hizo falibles para que nunca nos falten dolores que dinamicen el fenómeno vida».

Resumo: la popular creencia en el libre albedrío nos provoca dolorosas equivocaciones necesarias para conservar la vida.

(1) El blog titulado Vivir duele  reúne los artículo que comentan cómo «La Naturaleza nos provoca dolor y placer para que el "fenómeno vida" no pare»

(Este es el Artículo Nº 1.632)

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