jueves, 2 de agosto de 2012

El gran desfile de la naturaleza



Somos parte de la naturaleza y ella determina cada acto de nuestro cuerpo aunque nos sentimos espectadores o directores.

Todos hemos estado por lo menos una vez en algún desfile de carnaval, militar, religioso, artístico, de modas.

Aunque estemos en calidad de espectadores, formamos parte activa del evento, sobre todo porque otras personas han concurrido para ver al público. Nosotros mismo, sin darnos cuenta a veces, prestamos atención a cómo otros se han vestido, adornado, los gestos que hacen cuando miran, oyen, son empujados por los curiosos que llegaron tarde o por un caballo de la policía que se acerca para replegar a quienes invaden la calzada.

Suele ser un espectáculo que logra algún grado de saturación perceptiva, puede llegar a provocarnos mareos, aturdimiento, angustia, miedo, sorpresas, sustos, extrañamiento, alegría, emociones intensas, lágrimas.

El sonido global puede hacer que nuestro cuerpo entero se convierta en un gran tímpano, especialmente en el estómago donde golpean con nitidez los sonidos graves.

Pero el show no termina ahí: cuando nos retiramos a nuestras casas, continuamos impregnados de tantas emociones y sensaciones. Seguramente los sueños de esa noche incluirán algo de la experiencia vivida.

Con este prólogo ahora quiero contarles cómo percibiríamos nuestra existencia si nos liberáramos de la creencia en el libre albedrío.

La vida es como un gran desfile, en el que, si bien parecemos espectadores, tenemos algún grado de participación.

La naturaleza es el gran espectáculo porque las leyes naturales utilizan nuestro cuerpo o se expresan utilizándolo.

Es la naturaleza la que diseñó y gobierna nuestra anatomía, que depende del aire para vivir, pero también de que cada uno se defienda en función del instinto de conservación.

Estamos regidos por leyes naturales porque somos naturaleza, igual que todo lo que nos rodea.

Creemos tomar decisiones pero somos parte del espectáculo.

(Este es el Artículo Nº 1.633)

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