El afán de controlarlo todo nos provoca insomnio, que
compensamos consumiendo psicofármacos, y nos provoca anorgasmia, que ocultamos
mediante la apatía sexual.
Los franceses dicen que el orgasmo es «una pequeña muerte». No sé quién
dijo que «dormir es ensayar la muerte».
Si tomamos en serio estas definiciones,
podemos entender por qué tantas personas padecen insomnio y anorgasmia (ausencia o insuficiencia de orgasmo sexual).
Para los humanos es muy difícil entender
algunas cosas cuando son muy importantes. Es insólito, pero así sucede: Cuando
necesitaríamos que nuestra inteligencia llegara al máximo de lucidez, es cuando
se comporta con más ineficiencia.
Efectivamente, nuestra inteligencia cree que
podemos controlar todo lo que amenaza nuestra integridad, bienestar, vida. Al
intentar controlarlo, se estresa y tarde
o temprano, se da cuenta que es imposible. Como está tratando de resolver un
asunto de vida o muerte, ¿qué hace?: aplica más de lo mismo.
Cuando alguien empieza a notar que es
imposible controlarlo todo, que tener una vida tranquila es una quimera, que
evitar los problemas es una ilusión, no opta por dejar que la vida fluya, muy
por el contrario, se pone más y más insistente para tratar de ser más
controlador, agresivo, violento, desesperado.
El suicidio es una forma de controlar cómo y
cuándo morir.
Detrás de todo este mundo loco, exasperado,
intolerante con las frustraciones, está
la causa número uno: creer que podemos controlarlo todo, es lo que nos impulsa
a intentarlo, y si creemos eso es porque antes nos convencimos de que el libre albedrío existe.
Cuando digo «más de lo mismo», me estoy refiriendo a que
para controlar el sueño intentamos provocarlo consumiendo psicofármacos, o que
renunciemos al placer sexual porque se ha convertido en una carga insoportable,
en tanto es en esa actividad donde solo encontramos fracasos, impotencia,
recriminaciones.
(Este es el
Artículo Nº 1.651)
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