Un accidente que para creyentes en el libre albedrío es una tragedia, para creyentes en el determinismo es un fenómeno natural adverso.
¿Qué ocurriría si comenzáramos a pensar que el libre albedrío no existe y que todos nuestros actos están inevitablemente determinados por la naturaleza, el inconsciente y la suerte?
Cada tanto, alguien me hacen esa pregunta cuando insisto sobre nuestro error milenario y planetario (creer en el libre albedrío). La mayoría de los lectores piensa que el determinismo es un invento filosófico, inconcebible, disparatado.
Quizá un ejemplo nos ayude. Pensemos en un accidente de tránsito: dos vehículos chocan en la carretera, los autos se estropean, los conductores padecen algunas heridas, y no le agrego más dramatismo porque para complicar el ejemplo tenemos todo un futuro por delante.
1º) Comenzamos por asistir a los heridos, curar sus lastimaduras, estar con ellos, escucharlos, alentarlos, preguntarles si necesitan algo como llamar a un familiar, alcanzarle algún calmante, agua;
2º) Sacamos los vehículos que dificultan la circulación. Los ubicaremos en algún lugar donde no molesten;
3º) Si los accidentados no necesitan más nada, los dejamos solos. Cada uno de ellos por su parte, tratará de compensar de alguna manera el tiempo que están perdiendo e iniciarán telefónicamente los trámites de seguro.
4º) Como las compañías de seguros están organizadas según un criterio determinista, simplemente cubrirán todos los gastos que estén previstos porque se trata de un accidente fortuito, no hay culpables sino sólo daños para reparar. Si existiera algún gasto no cubierto por las compañías de seguros, lo pagarán ambos perjudicados por partes iguales.
Si lo evaluamos filosóficamente, ambos conductores compartieron una circunstancia desafortunada cuyas consecuencias probablemente impacten de diferente manera en cada uno, como si un huracán les hubiese provocado idénticos daños materiales y emocionales. Tan solo compartieron un hecho perjudicial.
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