En algunos casos, nos
complacen las dificultades para comprar.
Todo lo que hacen las mujeres para obtener el
semen del varón que prefieren por su dotación genética (1), está determinado
por el instinto.
Ellas, al mirarlo de cierta forma, logran que
el varón se acerque por más tímido que haya sido hasta ese momento.
Ella logra que el varón se mueva de cierta
forma, tal como haría un titiritero con su muñeco, para que, sorteando los
obstáculos que interpone la cultura, terminen fecundándose.
Algo que ella tiene que lograr, no
voluntariamente sino por puro instinto, es que él tenga una erección pues de
otra forma no podría penetrar en la vagina para descargar el semen que expulsan
las contracciones orgásmicas de él.
Para que ese tejido cavernoso se llene de
sangre dándole turgencia (dureza), ella sabe, desde hace miles de años, que al
varón le gustan las dificultades propias de un cazador. Por eso ella, sin
saber, sin proponérselo, sin aplicar técnicas leídas en algún libro de autoayuda,
simplemente tiene ganas de postergar ese momento, ella se excita negándose a
que ocurra lo que más desea; ella aumenta su deseo resistiéndose, fingiendo
desinterés, «histeriqueando»,
como diría algún irónico misógino (que odia a las mujeres).
Una vez que
los instintos de ambos han llegado al punto de maduración óptimo, el varón la
penetrará con pasión, con energía, quizá también con violencia desmedida, pero
el lago seminal de ella quedará felizmente desbordado por un buen tiempo,
aumentando las posibilidades de que en 40 semanas tengamos con nosotros a un
nuevo terrícola.
Bajo
ciertas circunstancias, es bueno que el cliente tenga dificultades en comprar
lo que más desea, ya sea por lo costoso, lo difícil de conseguir, lo que hay
que esperar para recibirlo.
En algunos
casos, nos complacen las dificultades para comprar.
Otras
menciones del concepto «las mujeres eligen a los varones»:
(Este es el
Artículo Nº 1.658)
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