Sé que lo que diré a continuación puede molestar a algunos, pero por lo mismo que habré de decir, me siento autorizado a decirlo, ya que los humanos (todos, como especie), no somos capaces de hacer las cosas bien o mal, deliberadamente.
Todos hacemos lo mejor posible según nuestro discernimiento: algunos construyen hospitales para atender gratuitamente a los enfermos insolventes, otros fabrican pesticidas que mejoran la producción de hortalizas, aunque contaminan las corrientes de agua y otros se sienten designados por Dios para exterminar personalmente a todas las prostitutas.
Como trabajadores (obreros, empresarios, inversionistas), podemos adherir a una ideología de izquierda o de derecha.
Ambas tienen particularidades en común y otras que las diferencian.
Tienen en común que bregan por el bienestar de nuestra especie. Nadie defiende una filosofía que consista en sufrir, privarse o no aprovechar lo que cada uno considere más satisfactorio para su personal forma de disfrutar de la vida, gozar, tener lo mejor.
Tienen una diferencia significativa en cómo cada grupo organiza su relación con la naturaleza.
Desde mi punto de vista, la derecha es más natural que la izquierda. Trataré de explicarme.
Todos los seres humanos somos parte de la naturaleza y dentro de esta, somos animales omnívoros (porque nos alimentamos de toda clase de sustancias orgánicas).
La izquierda no niega esta condición, pero cree que debe retocar los designios naturales, admite y propone que debemos humanizar la naturaleza, mejorarla, rediseñarla.
La derecha la toma como es y su actitud es prácticamente depredadora, bestial, inconsciente, despiadada, contando con que ella (la naturaleza) sabrá defenderse y detenernos cuando nuestro abuso exceda de lo que ella puede tolerar.
En otro orden, la izquierda procura igualarnos a todos —contrariando a la naturaleza que nos hace diferentes—, mientras que la derecha, admite estas diferencias y procura usufructuarlas.
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