Los humanos somos una en-presa con cinco teléfonos.
Digo en-presa porque
1) se parece a una industria, a un establecimiento industrial (nuestro cuerpo), que recibe insumos (alimento, aire, agua), para producir energía vital y renovar las células que mueren;
2) y también digo en-presa porque la naturaleza nos tiene presos de sus determinaciones.
Agrego además que tenemos «cinco teléfonos», aludiendo a nuestros cinco sentidos, que nos mantienen comunicados con los demás, con los clientes, con los proveedores, con los colaboradores, con los competidores.
La demanda de producción para una empresa le impone mucha actividad, tensión, estrés.
Durante los períodos de gran producción, los obreros están siempre ocupados, con muchas tareas a realizar por un salario.
Los jefes y capataces, van y vienen, reciben y trasmiten órdenes, transpiran, el tiempo se les pasa muy rápido, están continuamente entretenidos.
Anhelan los días de descanso (fines de semana, feriados, asuetos), para poder descansar, estar con su familia, practicar su actividad preferida (hobby, deporte, visitar amigos y parientes).
Es domingo de tarde, ya empiezan las protestas porque el fin de semana transcurre demasiado rápido.
El lunes es un día de malhumor, nuevamente la actividad intensa, los apuros, los problemas, los desentendimientos, máquinas que no funcionan, alguien que se siente mal y debe interrumpir su colaboración. Llega el momento de descansar, comer algo, reunirse con los compañeros por tan poco tiempo que ningún tema puede quedar terminado.
La tristeza, el aburrimiento, el desgano, son muy raros en un ambiente laboral intenso, donde siempre alguien nos está pidiendo algo.
La desocupación, la ausencia de alguien que nos reclame, que nos exija, que nos presione, parece un castigo. Quizá es la mortificación más agresiva de los sistemas carcelarios.
Somos una en-presa o una empresa, que funciona mal si los demás no la necesitan o no le exigen.
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