Nuestro pensamiento sólo es una consecuencia de nuestro
estado corporal. El malestar segrega ideas pesimistas y el bienestar ideas optimistas.
En otros artículos (1) he comentado con
ustedes que muy probablemente nuestra mente registra lo que nos está ocurriendo
con la sensación de que fue pensado, decidido y causado por nosotros mismos.
Por ejemplo: en este momento mi mente cree que
yo estuve ideando esto que estoy escribiendo (pensando), que luego resolví
escribir sobre este tema (decidido) y que finalmente me puse a escribirlo
(causado).
Sin embargo, es muy probable que esto no sea
así sino que una complejísima red de causas, factores, influencias que obraron
sobre mí, han determinado que escriba esto con total prescindencia de mi
intervención. Mi cuerpo decidió, fue inevitablemente obligado a escribir esto,
y acá estoy haciéndolo.
Si yo fuera creyente en el libre albedrío,
creería que «he tomado
la decisión de redactar el presente texto»; como no creo en el libre albedrío,
entonces: te digo amigo lector que la naturaleza, actuando sobre mi cuerpo, ha
decidido escribir esto que tú no tienes más remedio que leer porque también has
recibido una influencia inevitable de la naturaleza.
Con este
punto de vista (diferente al clásico para no seguir repitiendo lo que por ahora
no ha dado resultado para terminar con la pobreza), puedo decirte que nuestros
pensamientos no son otra cosa que la sensación subjetiva de lo que está pasando
con nuestro cuerpo.
Por
ejemplo: cuando creo que todo es desagradable, que la humanidad me desilusiona,
que el futuro es terrible, estoy comentando la sensación subjetiva de un estado
físico que podría tener por causa que anoche tomé vino de más, que ahora siento
la boca áspera y me duele la espalda. Por todo esto, mi cuerpo segrega una idea
(«piensa») igualmente penosa, molesta, desagradable.
(Este es el
Artículo Nº 1.580)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario