Por ser acusados de matar a nuestro Gran Salvador (Cristo),
los cristianos odian a los judíos y a su condición de hábiles usuarios del
dinero.
Aunque la ciencia afirmara que el libre
albedrío no existe, que estamos determinados por nuestra condición humana, por
los fenómenos naturales que nos trascienden y que no somos responsables
absolutamente de nada que hagamos, habría un amplio sector de la humanidad que
no podría aceptarlo porque se perdería algo más valioso aunque totalmente
imaginario: la historia de Cristo y del cristianismo.
Si creemos en el determinismo tenemos que
renunciar a vanagloriarnos de cualquier tipo de mérito, porque si no hay culpa
por falta de responsabilidad tampoco hay protagonismo en cualquier fenómeno que
nos involucre.
La historia de Jesús Cristo dejaría de existir.
Suponiendo que los hechos históricos fueran
más o menos reales (lo cual es difícil de aceptar porque la «Divina Concepción» es insólita,
increíble para mayores de nueve años), con el determinismo
tendríamos que reconocer que el famoso Mártir no hizo ni dijo nada por su
propia decisión sino que una interminable concatenación de hechos ocurridos en
un determinado contexto universal, dio por resultado que esa persona hiciera y
dijera todo lo que nos cuentan los apóstoles.
Si quienes viven tan cómodamente perteneciendo
a la gran familia cristiana creyeran en el determinismo, tendrían que aceptar
que, si fue cierto que los judíos condenaron injustamente a quien había nacido para inmolarse y así
defendernos de la furia de su padre (Dios), entonces los judíos no habrían sido
injustos ni merecerían el discreto repudio que todo buen cristiano debe
profesar hacia los homicidas del Gran Salvador.
Con el
determinismo y sin argumentos para odiar a los judíos, tampoco tendríamos que
rechazar las tareas que ellos hacen mejor: prestar dinero con interés,
comerciar, producir, evitar la pobreza.
(Este es el
Artículo Nº 1.576)
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