Los varones envidiamos el útero, los senos y la potencial
multiorgasmia de las mujeres.
Los jueces en materia penal tienen un trabajo
que requiere un gran conocimiento de las leyes, más una rigurosa salud mental
que les permita tomar resoluciones (dictar sentencia, dictaminar) con
serenidad, más un cierto coraje porque sus dictámenes no siempre son del agrado
de los condenados y sus seres queridos.
También tienen que tener en cuenta otro
fenómeno menos notorio y que refiere a la «conmoción pública».
De hecho
ocurre que alguien que debería ser jurídicamente absuelto, puede ser víctima de
un grupo de ciudadanos iracundos con intenciones de hacer justicia por mano
propia.
En este
caso el juez podría encarcelar al «culpable inocente» para salvarlo de las
consecuencias derivadas de la referida «conmoción pública».
En otras
palabras, existen casos en los que un juez aumenta la pena para proteger al
«jurídicamente inocente» de la «conmoción pública».
Algo
parecido pudo ocurrirle a Sigmund Freud cuando tuvo la mala idea de informarle
a los ciudadanos que el libre albedrío no existe porque una parte de la
psiquis, desvinculada de la conciencia (inconsciente), es en definitiva la que
toma esas decisiones que creemos tan propias, controladas, responsables.
Aún hoy
algunos psicoanalistas freudianos no admiten que el libre albedrío no existe.
Quizá no lo admiten porque no saben organizar sus ideas desde un punto de vista
determinista.
No me
extrañaría que Freud haya hecho algo parecido para protegerse de la «conmoción
pública» que estaba provocando entre sus contemporáneos, al decirles que están
gobernados por el inconsciente.
Para
protegerse de la «conmoción pública» omitió decir que, si bien las mujeres nos
envidian porque tenemos pene, los varones envidiamos a las mujeres porque
tienen útero, senos y son (potencialmente) multiorgásmicas.
Si lo
hubiera dicho, lo habrían linchado.
Otras menciones del concepto «envidia del útero»:
(Este es el
Artículo Nº 1.593)
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