Algunas recomendaciones no tienen sentido. Mejor dicho: son contraproducentes.
Si cuando te despides, la otra persona te recomienda «¡cuídate!», no solamente está olvidándose de que tu posees un instinto de conservación sano, sino que además cree que necesitas que externamente alguien refuerce tu responsabilidad más básica (cuidarte).
Los que creen en la existencia de Dios, suelen pensar que él nos recomendó genéricamente: «cuídate que te cuidaré».
Esta fórmula fue tomada sagazmente por las compañías aseguradoras y cuando nos venden una póliza contra cualquier riesgo, nos obligan a tomar todas las precauciones para evitar un siniestro, esto es, para asegurarse de que nunca tendrán que indemnizarnos, logrado lo cual, lo que les pagamos anualmente se convierte en una donación.
Hace siglos circula un proverbio que dice «Si con caldo te vas curando, sigue tomando».
¡Otra obviedad mayúscula! ¡Quién —en su sano juicio— dejará de hacer aquello que lo beneficia!
Sin embargo, estos comentarios tan lógicos, no son suficientes.
Quienes han dedicado más tiempo y talento a encontrar explicaciones, causas y soluciones para las conductas animales, perfeccionan las técnicas para educar, adiestrar, disciplinar.
Si a la recomendación expresada como «…seguir tomando caldo», la traducimos como «reforzamiento operante», pasamos de la escena cotidiana de tomar sopa, a la incuestionable sabiduría de los científicos de ceño fruncido y túnica blanca.
Los aplausos al artista, son dados para que siga divirtiéndonos; si no le damos comida al perro impertinente que nos molesta cuando estamos almorzando, lo condicionamos para que deje de hacerlo; los regalos que recibimos de los comerciantes, son para que sigamos siendo sus clientes.
Aunque los métodos conductistas son bastante rudos, no podemos negar que suelen dar resultado.
Su eficacia demuestra cuán parecidos somos todos los animales, cuán poco efectiva es la voluntad y qué improbable es que exista el libre albedrío.
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