domingo, 8 de mayo de 2011

Querer es poder, si me dejan

«Querer es poder» sería cierto si la cultura no se encargara de frenar nuestro deseo hasta dejarnos casi impotentes (sin poder).

En varias ocasiones he dicho que la sentencia popular y voluntarista «querer es poder» es incorrecta.

Es justo decir que la coherencia ideológica, intelectual y emocional es una utopía. Nadie es coherente todo el tiempo.

También es justo recordar que una característica constante del ser humano es que nos equivocamos.

Por lo tanto, no solamente el proverbio es parcialmente incorrecto sino que yo soy parcialmente coherente.

Este artículo hará mención a un aspecto positivo del suficientemente criticado refrán.

Podemos evaluar la fortaleza lógica de la sentencia apelando a su versión negativa.

Si decimos que «no querer es no poder» el voluntarismo tiene un aspecto más creíble. Por ejemplo: si no quiero ser ingeniero, es altamente probable que se cumpla mi voluntad.

También es posible evaluar esa fortaleza lógica del enunciado yendo a su significado más estricto.

Si cuando decimos «querer ...» estamos diciendo lo mismo que «desear es poder», esto también es cierto en tanto el deseo nos dota de una enorme energía que puede multiplicar varias veces nuestra capacidad de producción, de conquista, de superación, de riesgo, de coraje, de resistencia a la fatiga, en suma el deseo nos multiplica el «poder» como dice el refrán.

De todos modos es preciso que aterricemos estas reflexiones.

El instinto de conservación que nos provee del miedo protector, continuamente nos llama la atención sobre los peligros que pongan en riesgo nuestra integridad física y la vida misma.

Pero fundamentalmente es la cultura la que frena de mil maneras nuestro deseo, porque la educación no es otra cosa que un disciplinamiento para que automáticamente frenemos nuestros impulsos deseantes y este rasgo de la cultura no está contemplado por el refrán.

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