domingo, 8 de mayo de 2011

Dios y mi cónyuge sienten celos del dinero

El inconsciente de una mayoría nos determina para que seamos monógamos y rechacemos furiosamente ser víctimas de una infidelidad. Este sentimiento, se asocia al monoteísmo y eventualmente a no amar el dinero (bienestar, riqueza).

En otro artículo (1) hice referencia a que todos creemos en Dios de una u otra forma.

Lo expreso de esta manera porque los ateos creemos en Él por la negativa. Al pensar que Dios no existe caemos en la trampa de mencionarlo, con lo cual ya le estamos dando un cierto nivel de existencia.

Dejo de lado este asunto porque lo que me interesa comentarte es que en el artículo mencionado reflexionaba sobre la interesante conexión intelectual y emocional que existe entre el primero de los diez mandamientos («Amarás a Dios sobre todas las cosas»), la monogamia, los celos y la desproporcionada reacción que nos provocan las infidelidades conyugales.

Para representar gráficamente al inconsciente que determina en última instancia todos nuestros actos recurro a lo que en física hidráulica se denominan «vasos comunicantes».

En las ciudades donde recibimos el agua o el gas combustible por cañerías, estamos conectados a una red de «vasos (cañería) comunicantes» y de modo similar, también estamos comunicados a otra red, aislada de la primera, por la que circulan los desechos que evacuamos en el baño, la cocina y otros desagües.

Así se organizan los contenidos del inconsciente aunque los afectos, recuerdos y deseos circulantes, se mezclan dentro de la red, fenómeno al que le llamamos asociación.

El tema de este artículo refiere a que por asociación, estamos determinados para que nuestra vocación monogámica y monoteísta, pueda apartarnos de amar otras vocaciones tales como el bienestar, el dinero, la sabiduría.

En suma: Algunos pobres patológicos pueden rechazar (odiar, des-amar) el dinero para sentirse fieles a su Dios y a su cónyuge.

(1) Un solo cónyuge y un solo Dios

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