viernes, 1 de octubre de 2010

La sinceridad de inmerecido prestigio

Casi todos afirman que la frase «El camino al infierno está empedrado con buenas intenciones», es de autor anónimo.

Sin embargo, hay quienes afirman que eso lo dijo el persuasivo cura francés Bernardo de Claraval (1090 - 1153).

Apenas 21 años después de su muerte, fue canonizado como San Bernardo.

En varias ocasiones he comentados con ustedes el interesante tema de la sinceridad y la mentira (1).

La humanidad le atribuye a Sigmund Freud (1856-1939), haber concretado en una teoría, algo que varios filósofos anteriores ya habían sugerido, esto es, que los seres humanos tenemos una parte de nuestra mente que actúa aunque no la conocemos.

El papá de esta teoría (Freud), le llamó inconsciente y al conjunto de ideas complementarias, le llamó psicoanálisis.

Cuando San Bernardo habló de intenciones, estaba refiriéndose a lo que luego Freud llamó inconsciente.

Si María le dice a su mejor amiga: «¡qué gorda que estás!», está ayudándola a que ese día se convierta en el peor de la semana, mes, año o siglo.

No es lo mismo que ese mensaje lo comunique un espejo a que lo comunique María.

Si tuviéramos que juzgar este misil comunicativo, podríamos recorrer dos caminos:

1) Si comenzamos por las consecuencias (el derrumbe anímico de la que tiene sobrepeso), entonces tendríamos que buscar atenuantes hasta llegar al inconsciente de María.

Probablemente acá nos encontraríamos con que, debajo de la conciencia, escondidos y fuera del alcance de ella, existe un poco de envidia mezclada con amor, celos mezclados con el deseo de conservar el vínculo, sed de venganza combinados con deseos maternales.

2) Si comenzamos por lo que dio origen a la comunicación, veríamos que María no sabe lo que dice (como nos pasa a todos), y que el problema está en suponer que tiene libre albedrío.


(1) No es lo que estás pensando
La sinceridad molesta
El amor no es científico

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