Aunque estamos dotados de un organismo vivo auto-regulado, superior a cualquier sistema cibernético conocido, ¿quién desoye la propaganda atemorizante de la medicina?
Para muchas personas vivir es una actividad
mientras que para otras vivir es una contingencia, algo que ocurre por el
acontecer de ciertas causas sobre las que poco o nada podemos influir.
La economía de mercado defiende, por razones
de «vida o muerte», la primera interpretación de la
realidad: «vivir es una
actividad» de la cual somos responsables.
Las razones
dramáticas de la economía devienen de que el consumismo depende de que los
humanos estemos convencidos del libre
albedrío y de que además estemos convencidos de que, actuando con
inteligencia, sabiduría y perseverancia, las enfermedades y los malestares son
evitables.
La economía
de mercado nos dice que debemos mantenernos en estado de alerta permanente.
Los médicos
son los principales agentes económicos de esta filosofía consumista en el rubro
«salud».
Ellos nos
sugieren que los consultemos al menor indicio. De esta forma nos aseguran que
casi nada pasará a mayores porque, agregan, la eficacia curativa dependen en
gran medida de la atención precoz, mientras que los fracasos terapéuticos se
asocian al descuido, la desatención y la irresponsabilidad de los pacientes.
Como decía
al principio, «vivir es una actividad». Según este punto de vista, vivir es
algo que tenemos que hacer y si lo hacemos mal pagaremos las consecuencias con
una muerte prematura o, en el peor de los casos, con algún deterioro orgánico
irreversible que descienda dramáticamente nuestra calidad de vida.
También es
posible pensar que el descenso de la calidad de vida está asegurado si creemos
que la vida es una tarea.
Aunque
estamos dotados de un organismo vivo auto-regulado, superior a cualquier
sistema cibernético (1) conocido, ¿quién se anima a desoír la propaganda
atemorizante de la medicina?
(Este es el Artículo Nº 1.709)
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