domingo, 2 de octubre de 2011

La verdad como presidio

Como en un espectáculo de ilusionismo, «vemos» que para ser presidiario es necesario estar dentro de una cárcel de donde (otros) no nos dejen salir.

Tengo la receta mágica para que los presidiarios no se fuguen de las cárceles y la comentaré ahora.

Para que eso ocurra el presidiario tiene que estar mejor dentro de la cárcel que afuera.

El método es tan infalible que si los carceleros le pidieran que se fuera, lo tomaran de un brazo y lo pusieran «de patitas en la calle» o los expulsaran a empujones, el presidiario podría construir un túnel que desemboque en su celda.

Los más escépticos enarcarán una ceja y dirán socarrones: «¡Ja!, vaya descubrimiento. Si lo instalan en una suite presidencial de un hotel cinco estrellas, tampoco querría irse».

¡Error! No es eso lo que más desea el señor presidiario, no es eso lo que a cualquier ser humano como él y como nosotros, más nos complace.

No caigamos en la trampa de la obviedad y el sentido común.

Si algo se presenta como muy evidente, desconfiemos porque hay gato encerrado (sin olvidar que debajo de la piedra está el cangrejo).

Para tratar de justificar mi paradójico descubrimiento que parece plagado de ingenuidad, déjeme comentarle que todos nosotros somos altamente resistentes a los cambios, que cuando creemos estar seguros de algo, tendrán que dinamitarnos el cráneo para que admitamos poner en duda nuestras creencias. Nuestras cabezas piensan: «Si haciendo esto estoy vivo y no me duele nada, cambiarlo equivale a sufrir y fallecer».

En suma: para nosotros nuestras verdades son convenientes, necesarias e imprescindibles y es por eso que estamos encerrados dentro de nuestras creencias como el presidiario lo está en su celda y hasta haríamos un túnel para volver a nuestras convicciones si alguien lograra alejarnos de ellas.

Nota: la imagen pertenece a la película El silencio de los inocentes, donde el personaje Hannibal Lecter debe ser recluido bajo medidas de seguridad extremas... como quedamos cuando estamos muy seguros de algo.

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