lunes, 4 de abril de 2011

Curso de astronauta. Inscripciones abiertas.

Nuestra seguridad laboral aumenta si podemos ofrecer la satisfacción de necesidades y es menor si sólo podemos atender la satisfacción de deseos.

Nunca he hablado con gente que descree del libre albedrío como yo.

Quizá he intercambiado algunas ideas pero aún no sé qué piensan quienes dedican todo su esfuerzo a pensar en el determinismo.

Por eso mi suposición de que estamos totalmente determinados por factores ajenos a nuestro control (igual que el resto de las cosas —dotadas o no del fenómeno vida—, del universo), se va confirmando a medida que pasa el tiempo sin cruzarme con ideas opuestas y convincentes.

En varios artículos (1) he mencionado cómo el fenómeno vida (que nos diferencia de los objetos inanimados) depende de las molestias que padecemos a causa de las necesidades y deseos.

Con estas premisas, observemos algo de lo que ocurre con la oferta y la demanda, tratando de encontrar explicaciones para nuestros vínculos laborales, afectivos, afectivos.

Las necesidades son específicas: el hambre demanda comida, el frío demanda abrigo, la intemperie demanda vivienda, el miedo demanda protección, el exceso de trabajo demanda colaboración.

Los deseos no son específicos: el deseos de dibujar demanda papel y lápiz, o aprendizaje con profesores, o concurrir a museos, o comprar cuadros, o leer biografías de grandes maestros, o crear una galería de arte que se dedique al trato profesional con artistas y compradores. La lista puede ser muy extensa.

Estas reflexiones nos permiten suponer que tendremos más probabilidades de ser requeridos (demandados, solicitados, contratados, empleados) si somos capaces de satisfacer adecuadamente necesidades y que nuestra capacidad para satisfacer deseos probablemente vaya acompañada de una mayor inestabilidad en los vínculos (laborales, afectivos, familiares).

En cualquier caso, los vínculos se establecen para satisfacer necesidades y/o deseos, aunque los idealistas demoran un poco más en aceptarlo.

(1) Vivir duele

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