
Nunca he hablado con gente que descree del libre albedrío como yo.
Quizá he intercambiado algunas ideas pero aún no sé qué piensan quienes dedican todo su esfuerzo a pensar en el determinismo.
Por eso mi suposición de que estamos totalmente determinados por factores ajenos a nuestro control (igual que el resto de las cosas —dotadas o no del fenómeno vida—, del universo), se va confirmando a medida que pasa el tiempo sin cruzarme con ideas opuestas y convincentes.
En varios artículos (1) he mencionado cómo el fenómeno vida (que nos diferencia de los objetos inanimados) depende de las molestias que padecemos a causa de las necesidades y deseos.
Con estas premisas, observemos algo de lo que ocurre con la oferta y la demanda, tratando de encontrar explicaciones para nuestros vínculos laborales, afectivos, afectivos.
Las necesidades son específicas: el hambre demanda comida, el frío demanda abrigo, la intemperie demanda vivienda, el miedo demanda protección, el exceso de trabajo demanda colaboración.
Los deseos no son específicos: el deseos de dibujar demanda papel y lápiz, o aprendizaje con profesores, o concurrir a museos, o comprar cuadros, o leer biografías de grandes maestros, o crear una galería de arte que se dedique al trato profesional con artistas y compradores. La lista puede ser muy extensa.
Estas reflexiones nos permiten suponer que tendremos más probabilidades de ser requeridos (demandados, solicitados, contratados, empleados) si somos capaces de satisfacer adecuadamente necesidades y que nuestra capacidad para satisfacer deseos probablemente vaya acompañada de una mayor inestabilidad en los vínculos (laborales, afectivos, familiares).
En cualquier caso, los vínculos se establecen para satisfacer necesidades y/o deseos, aunque los idealistas demoran un poco más en aceptarlo.
(1) Vivir duele
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