domingo, 26 de enero de 2014

El suicidio involuntario


Desde el punto de vista del determinismo, los suicidas no deciden matarse sino que padecen una enfermedad terminal.

Un suicidio es algo que nos perturba fuertemente. Les comentaré algo que, como en casi todos mis artículos, no he visto en otros sitios, revistas o libros. Les comentaré mi punto de vista, tan verdadero como cualquier otro, en el entendido de que se trata de un fenómeno casi totalmente desconocido.

Según creo, el suicidio no es un acto voluntario sino el desenlace fatal de una enfermedad terminal, cuya muerte está provocada por el propio enfermo, como ocurre con todos los fallecimientos no accidentales.

En otras palabras: los homicidios, los naufragios, los terremotos, los accidentes de aviación, son causas externas por las que perdemos la vida. Las enfermedades terminales se caracterizan porque el deterioro orgánico es progresivo hasta que el fenómeno vida se torna imposible y el paciente fallece.

En esta última categoría deberíamos incluir la autoeliminación. Dado que la mayoría de la población mundial cree en el libre albedrío y no cree en el determinismo, no tiene otra opción que considerar que ese último gesto del suicida también es voluntario, también está ejecutado en uso de su libre albedrío y no se admite que es la consecuencia de un deterioro orgánico progresivo.

Por lo tanto, si aceptamos que ninguno de nuestros actos es voluntario sino que, por el contrario, todo lo hacemos influidos por variados y (en su mayoría) desconocidos factores influyentes,

— ni viajamos porque queremos sino porque algo de nuestra vida nos indujo a viajar;

— ni estamos vivos porque hemos decidido nacer, comer, abrigarnos, sino porque algo de nuestra existencia nos indujo a satisfacer nuestras necesidades básicas; 

— ni el suicida se mata porque así lo decidió.

Asimismo, los intentos de suicidio son comparables a infartos o a crisis asmáticas.

(Este es el Artículo Nº 2.108)


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