sábado, 3 de septiembre de 2011

El corazón: ¿amo o esclavo?

Quienes piensan muy seriamente por qué vivimos, terminan aterrados porque sólo pueden llegar a la conclusión que es de puro milagro.

En la observación de cuerpo humano, tres son los puntos que todas las culturas han señalado como principales: la cabeza, el corazón y los genitales.

También está en nuestra psiquis privilegiar los lugares centrales, por lo cual el corazón ocupa un lugar de privilegio (sin olvidar que la cabeza está «por encima de todo»).

Lo que simbólicamente parece ocupar el lugar menos valorado de los tres más importantes son los órganos genitales, cosa que parece coherente con los eternos conflictos de la sexualidad.

El corazón era la única víscera que los egipcios dejaban en el interior de las momias como recurso necesario en la (supuesta) vida eterna.

También encontramos que los pueblos han creído que el corazón es el verdadero asiento de la inteligencia mientras que el cerebro es su instrumento ejecutor.

Observemos que en nuestros días se habla nuevamente de la «inteligencia emocional».

Se ha pensado insistentemente que el corazón es la imagen del sol en el ser humano así como el oro es la imagen del sol en la Tierra.

Esta sobrecarga significante se ve aún más fortalecida si tenemos en cuenta la importancia anatómica que todos conocemos más el detalle nada menor de que es único pues no está duplicado como los riñones, los pulmones o los ojos.

Por lo tanto los seres humanos que suponen ser los encargados de conservarnos la vida porque no piensan que esta ocurre por un fenómeno natural sino que es el resultado de nuestro esfuerzo, dedicación, inteligencia, precaución, dieta, prevención, llegan a la extraña pero real situación de que son esclavos de esa víscera y tienen en su representante conocido (el cardiólogo) a un carcelero que vigila su inútil responsabilidad.

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