viernes, 1 de marzo de 2013

El libre albedrío de los enamorados




El enamoramiento da miedo por lo incontrolable. Quienes se enamoran se enteran que el libro albedrío quizá no existe.

Según mi creencia, el libre albedrío (1) no existe sino que es una ilusión compartida por la mayoría de la población mundial, lo cual la convierte poco menos que en una verdad incuestionable.

Algo similar ocurrió cuando todos decían que nuestro planeta está en el centro del universo, porque notoriamente, quienes confían en lo que ven no tienen más remedio que concluir que «todo gira a nuestro alrededor».

Quienes confían en la certeza de las percepciones son capaces de afirmar algo como «si no lo veo no lo creo», aunque luego tengan que reconocer que la Tierra no es el centro de nada, ... pero igualmente siguen diciendo, como al descuido, que el sol «sale» por el este, en vez de decir que «al sol comenzamos a verlo por el este».

Podríamos decir que el miedo es lo que nos pone en duda esa popular creencia en el libre albedrío. Creer que «hacemos lo que se nos antoja» solo funciona cuando no estamos acobardados por el terror de algo incontrolable, como es una enfermedad, un accidente, un terremoto.

Como la vida suele presentársenos de forma bastante monótona, no sentimos miedo, casi todo es previsible, ni pensamos en que algo inesperado pueda ocurrirnos.

En este contexto apacible es fácil suponer que tomamos decisiones autónomas, que controlamos nuestras vidas, que «querer es poder», pero cuando somos arrasados por las circunstancias, con nuestro libre albedrío «se nos antoja rezarle a un personaje imaginario», pidiéndole desesperadamente que nos saque airosos del escenario atemorizante.

Hasta el maravilloso enamoramiento puede provocarnos ese miedo que pone en duda si realmente contaremos con el omnipotente libre albedrío.

Quienes se enamoran saben que están determinados para obedecer a un sentimiento incontrolable.


(Este es el Artículo Nº 1.823)

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