viernes, 5 de agosto de 2011

La arrogante defensa de la verdad

Nuestro cerebro es defectuoso y piensa con errores pero a pesar de eso tenemos que usarlo como hasta ahora.

Según el determinismo todo lo que somos y hacemos está determinado por factores que nos influyen. Desde la concepción, cuando papá fecundó a mamá, la suerte es la artesana de nuestra existencia.

Sin embargo nuestra mente tiene la sensación de que podemos decidir cuando en realidad lo que ocurre es que algo dentro nuestro nos obliga a realizar determinado acto.

Esta equivocación es más visible cuando observamos que algunas personas crean detalladas explicaciones de cómo ocurrieron los acontecimientos, dando a entender que era posible saberlo con anticipación.

Es el caso de quienes discuten de fútbol explicando por qué el resultado que informa el diario del lunes ya era conocido (previsible, imaginable, adivinable) antes de que se jugara el partido del domingo.

Nuestro cerebro no es capaz de entender con claridad qué es el futuro y tan débil es esta función mental que algunos llegan a afirmar que el futuro ya existe pero que sólo algunos lo conocen (videntes, futurólogos).

Los delirios son casos extremos de disfunción mental. En ellos el delirante está seguro de que las alucinaciones visuales o auditivas ocurren realmente y si su forma de describirlas es muy coherente, hasta quienes no lo padecen se preguntan si el enfermo no tendrá razón y que son ellos quienes no ven lo que el delirante narra.

Observe que si una persona sana, normal, sin dificultades psíquicas, está segura de que existe Dios, de que el futuro está en el presente y puede ser conocido con anticipación, también se autoconvence de que su pensamiento es confiable.

En suma: si aceptamos que nuestro cerebro comete errores así como nuestra vista puede ser engañada por un ilusionista, es arrogante defender cualquier certeza (verdad).

●●●

Controlar la necesidad de controlar

La filosofía de vida de nuestra cultura nos impone una actitud responsable, controladora y combativa, que podría ser el factor predisponente para que la riqueza se reparta mal.

En nuestra cultura están instaladas las siguientes creencias (supuestos, prejuicios):

1) Nos acechan muchos peligros;
2) Para defendernos de esos peligros tenemos que ser fuertes y firmes, es decir que no podemos ser débiles y flexibles;
3) Estamos encargados de defender nuestra vida;
4) La única forma eficaz de defender nuestra vida es luchando por ella y contra los enemigos (enfermedades, fenómenos naturales, otros humanos);
5) El ser humano es libre y por lo tanto responsable; puede hacer lo que desee y por lo tanto es culpable de sus errores y admirable por sus aciertos.

En suma: Vivir es una actividad que demanda energía combativa y es imprescindible tener bajo control todas las posibles amenazas.

En nuestra cultura padecemos una irregular distribución de los bienes del planeta: algunos tiene más de lo que necesitan y otros tienen menos.

Por lo tanto es posible suponer que las particularidades culturales podrían ser causa de la mala distribución de la riqueza.

Una alternativa posible consistiría en pensar de otra forma.

Por ejemplo:

— La naturaleza se encarga de conservar la vida de los individuos y de las especies y con nosotros ocurriría algo similar si no tuviéramos esta creencia de que «la vida es peligrosa y tenemos que controlarla»;

— La creencia en que somos responsables de seguir vivos nos provoca mucho miedo porque sabemos de la escasa inteligencia de que disponemos para tan alta exigencia;

— Por creer que los otros seres vivos que ponen en riesgo nuestra sobrevivencia deben ser combatidos, gastamos mucha energía inútilmente. Quizá corresponda negociar con ellos (virus, alimañas, competidores humanos) para mejorar la convivencia con el menor gasto posible.

Artículo vinculado:

Este virus es antipático

●●●