El hombre es un macho humano sometido a las normas de su cultura. Sin esa cultura solo querría fecundar e irse.
¿Por qué no creo en el libre albedrío? Porque
todo el mundo cree en él y como mi vocación es la de exponer comentarios
psicoanalíticos sobre la pobreza
patológica, no
puedo seguir repitiendo como un loro lo que otros dicen, (y lo dicen muy bien).
Por lo tanto para
poder aportar algo novedoso no tengo más remedio que
defender el determinismo, que es el
punto de vista opuesto al libre albedrío.
Desde este punto de vista digo que los seres vivos somos
parte de la naturaleza y digo que las leyes naturales se expresan en nuestras
conductas. No podríamos evitarlo pues estamos inflexiblemente determinados por
esas leyes.
Cuando la Naturaleza se expresa a través del cuerpo femenino
o del cuerpo masculino, y dadas las características que diferencian a estos
cuerpos, ocurren conductas naturales femeninas y conductas naturales
masculinas, respectivamente.
Esta dualidad es imprescindible para conservar la especie
mediante la función sexual.
En los humanos, como si fuera una segunda naturaleza,
tenemos a la cultura: conjunto de normas que modifican parcialmente la
apariencia de las leyes Naturales. Solo modifican «la apariencia», nunca la
esencia.
La Naturaleza expresada a través de un cuerpo femenino,
cuando genera impulsos de fecundación a través del funcionamiento hormonal,
logra que ellas deseen ser fecundadas por un varón.
Es el impulso de la Naturaleza, (con mayúscula), el que las
hace buscar a un macho bien dotado genéticamente y es el impulso de la
naturaleza, (con minúscula), cultural el que intenta influir en la elección de
ese macho al que llamamos «hombre».
El hombre, (macho sometido a la cultura), corteja, ofrece,
habla, promete, mientras que el «macho Natural» solo acomete, enviste, penetra,
eyacula y probablemente se vaya.
(Este es el Artículo Nº 1.809)
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