Los gobiernos populistas les venden a los ciudadanos una
sensación de bienestar a precios tan elevados que los empobrecen.
La búsqueda de la felicidad está alentada por
la esperanza.
Si expresamos esto mismo en términos más
gráficos, el burro (ser humano) se mueve (busca) porque persigue una deliciosa
zanahoria (felicidad) que avanza junto con él (esperanza).
Tener estas creencias tan infantiles no
depende ni de la inteligencia, ni de los conocimientos, ni de la madurez
emocional de cada uno.
La inteligencia, los conocimientos y la
madurez emocional están al servicio de buscar y encontrar argumentos que
fundamenten el libre albedrío, según el cual tenemos la libertad de hacer
responsablemente todo lo que queramos.
Alguien que dispone de esta ilusoria libertad
puede vivir prácticamente en la miseria con tal de creer que tiene lo
suficiente para ser permanentemente feliz.
Por ejemplo, puede gastarse todo el dinero que
gana en comprar bienes suntuarios (joyas, automóviles, vestimenta).
También puede canjear un trabajo de buena
remuneración por otro peor pagado pero más seguro.
Pensemos así: Un trabajador cobra 1.000 en una
empresa (fábrica, comercio) pero lo cambia por un empleo público donde cobra
800.
Es posible afirmar que este trabajador gana lo
mismo en ambas ocupaciones aunque en la empresa estatal le cobran 200 por
concepto de seguro contra riesgo de desempleo.
Parece ser una ley humana, independiente del
sistema económico vigente (capitalismo o socialismo), que la seguridad (falta
de riesgo), tiene un costo inevitable.
Los gobiernos populistas ofrecen a sus pueblos
lo mismo que ofrecen los gobiernos no-populistas, sin embargo el resultado
final es diferente.
Los gobiernos populistas les venden a sus
pueblos de forma compulsiva un conjunto de sensaciones (intangibles) a precios
tangibles (dinero, confort).
Estos pueblos se empobrecen porque compran
obligatoriamente sensaciones de honor, esperanza, heroísmo, superioridad
racial, ideológica y ética.
Nota: el vocablo «populismo» tiene muchos significados. En este
artículo califica a los gobernantes que hacen decir a sus votantes: «Estamos
peor pero nos sentimos mejor».
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