Los ciudadanos egresados del sistema educativo de cada país disponemos de una única manera de interpretar, entender y reaccionar.
En otro artículo (1) les
comento que no podemos ver aquello en lo que no creemos.
Quizá sería mejor decir que no
podemos entender aquello en lo que no creemos.
Un relámpago y un trueno son
entendidos de forma diferente por quienes tienen creencias diferentes.
— Unos podrán decir que están
desvinculados entre sí porque ocurren en tiempos diferentes, (el relámpago se
ve primero y al rato oímos el trueno porque, si bien ocurren en forma
simultánea, los percibimos distanciados en el tiempo porque la velocidad de la
luz es mayor que la velocidad del sonido);
— Otros podrán opinar que no
tardará mucho en llover;
— Algunos rezarán y se
encomendarán al dios del trueno y al dios del relámpago para que no los
castiguen por los pecados cometidos;
— Esos estímulos visuales y
auditivos pueden traer recuerdos de tormentas vividas en momentos
significativos, quizá también estimulen alguna fantasía llena de luz, color y
sonido.
Una de las funciones del
sistema educativo por el que tenemos que pasar obligatoriamente al poco tiempo
de nacer es instalar en nuestras mentes una cantidad de creencias a las que
llamamos «conocimientos».
Según el Diccionario de la Real Academia Española, por «conocimiento»
(2) debe entenderse «Entendimiento,
inteligencia, razón natural».
Como en cada país se imparten conocimientos según un plan de estudios
determinado por los gobernantes, los ciudadanos que pasan por el Sistema
Educativo egresan con un conjunto de creencias (conocimientos) que los obligan
a interpretar la realidad de una determinada manera y de ninguna otra forma.
Con este procedimiento los ciudadanos disponemos de una única manera de
interpretar, entender y reaccionar. Así los gobernantes pueden prever qué
entenderá cada uno de lo que se le exija, aconseje, recomiende.
(Este es el Artículo Nº 1.925)
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