El capitalismo genera un contexto poco favorable para la actitud sumisa y favorable para la agresiva.
En otro artículo (1) hice mención a que algunos judíos se sienten avergonzados de que sus antepasados hayan sido tan cobardes de no cobrarles a los alemanes un alto precio por su ataque devastador.
Este dato me recuerda que para muchas personas, somos valientes o cobardes a voluntad. Según ellas, sólo tenemos que tomar la decisión de ser héroes y lo demás depende de esperar que las circunstancias nos permitan demostrarlo.
Por el contrario, existen elementos para pensar que esta característica es una más de nuestra complexión orgánica.
Nuestro cuerpo puede ser de piel oscura o clara, nuestra voz melodiosa o inarmónica, nuestras glándulas suprarrenales pueden segregar ríos de adrenalina o proveernos lo mínimo para superar el temor a recibir una inyección intramuscular.
El arrojo, una pobre evaluación de los riesgos, un instinto de conservación alterado, un estado de hiperquinesia (movilidad corporal difícil de organizar), pueden ser la causa de que una persona se tire al agua sin saber nadar, entre a una casa de madera incendiada para rescatar un gatito o continúe el vuelo sabiendo que ya no tiene combustible.
Estas particularidades que nos tocan en suerte se manifiestan claramente en la vida económica de cada uno.
Quienes defienden muy agresivamente su esfuerzo laboral podrían tener una actitud similar a la que algunos hipercríticos le reclaman a las víctimas del holocausto, cuando señalan que «… hubiesen hecho pagar al enemigo un alto tributo en sangre por su matanza».
Toda evaluación de las conductas con los resultados a la vista, es injusta porque los actores, cuando actuaron, no sabían cómo iba a resultar su gestión.
De todos modos, parece cierto que en el capitalismo, es más rentable la actitud combativa que la sumisa.
(1) De qué dependen la valentía o la cobardía
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Capitalismo, sumisa, agresiva, valientes, cobardes, héroes, libre albedrío, determinismo, anatomía, fisiología
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