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Son los pueblos de mayor productividad donde los ciudadanos viven mejor desde que nacen hasta que mueren.
Cuando dos pueblos están en guerra, es muy importante el estado de ánimo de uno y otro para pronosticar cuál de los dos podrá ganar esa contienda.
No solamente los más animosos pelearán con mayor energía sino que sus oponentes comenzarán a desmoralizarse al ver cómo el enemigo tiene más y más empuje, confianza en el éxito y convicción de que es el mejor.
Por lo tanto, es posible pensar que en una lucha cuerpo a cuerpo:
— el estado de ánimo no solo es importante sino que puede llegar a ser determinante, y
— que si el estado de ánimo es determinante en una lucha cuerpo a cuerpo, es posible pensar que el estado de ánimo también es un fenómeno corporal.
Si podemos dejar de lado el dualismo cartesiano ya comentado en otros artículos (1), es posible suponer que la competitividad entre los trabajadores es un fenómeno anímico, es decir, corporal.
La productividad es un indicador de eficiencia. Un vehículo es más eficiente que otro cuando logra los mayores desplazamientos, en menor tiempo, con la menor cantidad de combustible.
Un trabajador es más eficiente que otro cuando logra mayor producción, en menos tiempo, por menor salario y utilizando la menor cantidad de recursos.
Algunos pueblos tienen mayor productividad que otros, o sea que algunos pueblos son más eficientes que otros.
Con una mirada superficial parecería ser que los pueblos con mejor calidad de vida son aquellos donde tienen salarios altos y el esfuerzo laboral es mínimo.
Esto puede ser así durante breves períodos, pero en el mediano plazo ocurre otra cosa:
Los pueblos con mayores niveles de productividad logran que cada ciudadano viva dignamente durante toda su vida, sin altibajos espectaculares y dramáticos.
(1) El dualismo cartesiano y la pobreza patológica
(Este es el Artículo Nº 166)
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