Una católica practicante funciona como un ateo que
cree en el determinismo, y no es por casualidad.
Encontré un alma gemela aunque
externamente cualquiera diría que somos «agua y aceite», es decir, dos
personas ubicadas en las antípodas de la filosofía.
Se trata de una persona muy religiosa y con fuerte apego a los rituales
de la Iglesia Católica. Concurre a misa, se confiesa, hace retiros espirituales, no
utiliza anticonceptivos, tiene varios hijos, reza, hace promesas, es piadosa.
¿Por qué ella se parece tanto a
mí, que no creo ni en dios ni en el libre albedrío?
Nos parecemos en que ambos
tenemos una vida tranquila, dejando que la naturaleza haga su trabajo.
Ella lo hace así porque confía
en la inmensa sabiduría de Dios y yo hago lo mismo porque estoy convencido de
que no decido nada sino que actúo obligado por una cantidad de factores que nos
influyen a todos, a los seres vivos y a los objetos inanimados.
Somos muy cuidadosos, porque así
se lo exige Dios y porque yo no podría ser de otra manera;
Somos buenos ciudadanos porque
ella respeta estrictamente la palabra de Su Señor Jesucristo y yo porque no
puedo evitarlo, si quisiera ser mejor o peor no podría porque estoy determinado
rígidamente.
Ella ama a sus hijos y es
generosa con ellos aunque se pone muy severa cuando el instinto le dice que
debe poner límites. Yo también amo a mis hijos y dejo que sean como la
Naturaleza los diseñó, pero me pongo bravo cuando me sacan de las casillas.
Ella es muy fiel a su cónyuge
porque se casó ante su Dios y no podría transgredir lo que prometió; yo también
soy fiel a mi esposa porque casualmente nunca tengo ni motivos ni ganas de
mentirle a nadie.
(Este es el Artículo Nº 1.868)
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