Las personas de izquierda y de
derecha, en realidad, pertenecen a un grupo más grande, sin embargo, a la hora
de identificarlos, podemos apelar a esta designación parcial, evocando la
preferencia ideológica partidaria.
En otras palabras: dos grandes
grupos humanos, caracterizados por entender la vida de formas diferentes, son
identificados con un rasgo más, como si este fuera el que determina al resto.
Por ejemplo: una persona de
izquierda tiende a suponer que todo puede ser controlado. Supone que «La unión hace la
fuerza» y como, según ellos, las cosas ocurren por la fuerza, acumulando la
fuerza suficiente todo puede lograrse. De ahí que este gran grupo de personas
también cree en el eslogan «Querer es poder», es decir, si todos quieren algo y
se unen con el mismo objetivo, terminarán lográndolo porque es esa voluntad la
que puede juntar la energía suficiente para hacer lo que sea, “Contra viento y
marea”, “Pese a quien pese”..., «Todos juntos podemos», «Unidos venceremos»,
«El pueblo unido jamás será vencido» y demás consignas voluntaristas que
definen nítidamente cuál es el ánimo que caracteriza a las personas de
izquierda.
Una persona de derecha difícilmente sea tan apasionada, voluntarista,
radical, solidaria como una de izquierda. El individualismo propio de los
integrantes de la derecha ocurre como consecuencia de nuestra visión de la
vida. Según esta visión, cada uno debe arreglarse como pueda. Eventualmente,
podemos tener deseos de ayudar a alguien que lo necesita, pero ayudaremos solo
cuando podamos realmente, no cuando las circunstancias emotivas y colectivas
nos empujen a ser uno más que participa en un movimiento de masas avasallante,
en el que la decisión individual queda disuelta en la decisión grupal. Las
personas de derecha no creemos en que con la prepotencia que deriva de la
fuerza bruta generada por la acumulación masiva de voluntades irracionales, se
llegue a logros mejores que mediante el acuerdo organizado, en instituciones
establecidas con anterioridad y regidas por normas que se cumplen.
En suma: hablar de derecha
y de izquierda implica usar etiquetas cómodas, para definir conceptos que van
más allá de la ideología política que cada uno prefiera.
(Este es el Artículo Nº 2.185)
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