viernes, 8 de febrero de 2013

Los ambiguos sonidos del amor



 
Los «sonidos» que produce la pareja humana haciendo el amor pueden ser interpretados como de placer o de dolor.

No creo que exista ese tal espíritu en el que creen devotamente más de la mitad de la humanidad.

Esta mayoría logra que la idea subsista a fuerza de insistir, pero lo mismo ocurrió cuando se decía que el sol gira alrededor de la tierra, Copérnico dijo que la Tierra gira alrededor del sol, finalmente se comprobó que Copérnico tenía razón, y en pleno siglo 21 las maestras enseñan a los niños que «el sol sale por el este», como si no fuéramos los terrícolas quienes comenzamos a verlo por el este.

Si necesitamos que el sol salga por el este seguiremos pensando que él gira a nuestro alrededor y si necesitamos que exista un espíritu, inmortal, inmaterial y divino, pues la mayoría seguirá hablando de ese componente divino que nos convierte en inmortales.

Sin embargo, nada prueba que dicho espíritu exista y por eso me permito ubicarme en la minoría para decir que, en todo caso, la materia de la que estamos hechos nos provoca ciertas sensaciones subjetivas que, por no saber bien qué las produce tenemos permitido suponer, provisoriamente, que sí, que tenemos lo que la mayoría desea tener.

Pues bien, el espíritu o la psiquis o lo como desee llamarlo, determina nuestra forma de ser: bondadosa o maligna, fuertes o débiles, pacíficos o violentos, o lo que sea.

Ese espíritu o psiquis puede estar forjado por nuestras experiencias infantiles y, puesto que desde el misterioso dormitorio de nuestros padres suelen salir sonidos que un niño no sabe si son de dolor o de placer, muchos pequeños pueden forjar su espíritu pensando que amar es provocar dolor a la mujer, entonces de ahí saldrá un hombre golpeador.

(Este es el Artículo Nº 1.796)

Madres hay miles


Es posible pensar que madre biológica suele haber una sola y que madres no biológicas pueden haber miles.

Eso de que «madre hay una sola» es cierto hasta por ahí nomás.

La mencionada aseveración es incuestionablemente cierta desde el punto de vista biológico. Somos gestados y paridos por una sola persona... aunque algunos métodos de reproducción asistida (fecundación in vitro, por ejemplo) relativizan la cantidad de madres que uno puede tener.

En todo lo demás, esa única madre deja de ser tan monopólica porque el concepto «madre» es algo que tenemos desarrollado en nuestra psiquis, a partir de múltiples experiencias de vida, en las que pueden participar o no las madres biológicas.

Las manipulaciones que recibe nuestro cuerpo en el comienzo de la vida, son esenciales para el desarrollo corporal, especialmente a nivel del sistema nervioso, pero también sobre cómo aprendemos a amar.

Este sentimiento (el amor), es imprescindible para que podamos ser todo lo gregarios que necesitamos ser para vivir en sociedad, para integrarnos a las redes de intercambio, incluida Facebook.

La noción de «mamá» tiene a nuestra madre biológica como la principal protagonista del fenómeno «dar y recibir» amor, pero si observamos con detenimiento vemos que otras personas también participan en el desarrollo de nuestra capacidad amatoria que, como dije,  determinará nuestra capacidad de integrarnos al colectivo donde vivimos.

No solamente los familiares más allegados tienen funciones maternas (que desarrollan nuestra capacidad de amar). Los desconocidos que nos miran con simpatía, los animales con los que interaccionamos, ya sean mascotas de nuestro hogar u otros con los que nos cruzamos en la vida.

Una casa cumple roles maternos porque nos abriga, nos protege de la intemperie, se asocia a gratos momentos de reunión, de juego, de trabajo.

Madre biológica suele haber una sola y no biológicas, miles.

(Este es el Artículo Nº 1.792)


Factor determinante de la pobreza patológica



 
Quienes gustan cobrar porque se sienten necesarios serán ricos y quienes se avergüenzan cobrando por sentirse indeseados, serán pobres patológicos.

Muchas personas creen que sus vidas están gobernadas por el Destino.

Por Destino puede entenderse lo mismo que dice el Diccionario de la Real Academia Española: «Encadenamiento de los sucesos considerado como necesario y fatal».

Estaría de acuerdo si no fuera porque parece que la serie de acontecimientos que nos conducen es de origen misterioso, esotérico, sobrenatural.

Estoy de acuerdo si podemos aceptar que no controlamos nuestras vidas sino que lo hace la naturaleza. En otras palabras, me parece que estamos determinados por los fenómenos naturales (de los cuales formamos parte) y que no hay aquí nada por encima de la naturaleza (sobre-natural), sino que más bien no tenemos aun los conocimientos suficientes para entender por qué ocurren algunos fenómenos que nos afectan.

En otras palabras, me parece que ignoramos pero no me parece que nuestra falta de conocimiento obedezca a que un ser superior nos oculta la información. Simplemente ignoramos.

Con este antecedente, pasemos al tema propio de este blog: La pobreza patológica.

Los humanos tenemos tres formas de nacer:

— Porque nuestros padres «nos necesitan» (somos deseados)
— Porque somos un accidente en la vida sexual de nuestros padres (no somos deseados);
— Porque somos un accidente pero al final terminaron necesitándonos.

Aunque jamás sepamos qué fuimos realmente para nuestros padres, de alguna manera sabemos qué lugar ocupamos en la vida.

— Si sentimos (intuimos) que nos necesitaron, tendremos la actitud de cobrar por ello. Sentiremos que es lógico recibir dinero, salario, ganancias.

— Si sentimos (intuimos) que fuimos un problema, tendremos la actitud de pagar (indemnizar) a las víctimas (padres, sociedad). Nos molestará cobrar, recibir dinero, salario, ganancias.

Quienes gustan cobrar serán ricos y quienes se avergüenzan cobrando, serán pobres patológicos.

(Este es el Artículo Nº 1.773)

El violento pulgar y los teléfonos celulares




El dedo pulgar está asociado a la muerte ante público de un ciudadano y a la represión pública de los ciudadanos.

De un modo aparentemente errático, caótico y desorganizado, compartiré con ustedes una idea que, sin embargo, podría ser lógica en tanto no seamos exageradamente apegados a un razonamiento inflexible.

En algún momento de la historia, a los gobernantes del imperio romano se les ocurrió decir que al jefe máximo de su régimen se le llamaría César.

«El César» se parecía al famoso personaje de Ian Fleming, James Bond, en tanto «el César» tenía licencia para matar.

Un espectáculo popular de aquella época era la lucha entre soldados (gladiadores) y, para culminar el espectáculo, el luchador triunfante, luego de inmovilizar al vencido, miraba al César quien con un gesto elocuente decidía si el vencido merecía morir o seguir con vida.

Ese gesto elocuente tenía como protagonista al dedo pulgar. Si el César lo mostraba hacia abajo, el vencido merecía morir, y si lo ponía hacia arriba, merecía vivir.

Como vemos, conociendo o no esta historia, muy probablemente todos asociemos al primer dedo de la mano como al que determina asuntos tan trascendentes como la vida o la muerte de otras personas.

En nuestro idioma, no solo se denomina «pulgar», sino también «gordo» o «pólice».

La palabra «pólice» (1) hace pensar inevitablemente en «policía».

La policía tiene por función mantener el orden entre los ciudadanos, pero este rol suele estar ejecutado mediante prácticas violentas, represivas, crueles y a veces también mortíferas.

Nuevamente tenemos asociado el «dedo gordo» con la muerte violenta, con la ejecución autorizada por el todo poderoso César romano.

Estas referencias me llevan a algo aparentemente trivial aunque presumiblemente provisto de alguno de estos elementos fatales: el uso casi exclusivo del pulgar en el manejo de los imprescindibles teléfonos celulares.

 
(Este es el Artículo Nº 1.789)

Estrategia para ir de mal en peor



 
En algunas personas funciona una estrategia inconsciente por la que, cuando están económicamente mal, tratan de hacer cosas para estar peor.

Según dicen, (y dejos en sus manos decir si está de acuerdo o no), en las épocas de recesión economía, cuando es más difícil conseguir trabajo, ganar dinero y atender satisfactoriamente las necesidades básicas, aumentan la participación popular en los juegos de azar (lotería, tómbola, quiniela, bingo).

«Azar», según el Diccionario de la Real Academia Española, significa nada menos que «desgracia imprevista».

Por lo tanto, y siempre suponiendo que cuando andamos cortos de dinero tratamos de mejorar nuestra economía participando en algún juego de azar, podríamos suponer que cuando andamos mal procuramos estar peor.

Esta conclusión es insólita, aunque no tanto.

La mayoría de los humanos creen que tenemos libre albedrío, quizá la misma mayoría también cree que «querer es poder» y sería coherente que también pensara que «los humanos somos hijos del rigor».

Con esta trilogía intelectual, quienes ante la adversidad tratan de castigarse (porque cuando tienen poco dinero participan en un «juego de desgracia imprevista»), utilizan una lógica que podría describirse así:

«Si tengo poco dinero es por mi culpa (libre albedrío), es porque «quiero padecer la escasez» (querer es poder). Por lo tanto necesito sufrir más (somos hijos del rigor) para que reaccione, para recibir un estímulo que me saque de este estado, para ser castigado por mi indolencia».

Este razonamiento cuya actividad imagino en la cabeza de quienes cuando están mal buscan estar peor, suena muy mal, rechina, es antipático, sería preferible descalificarlo para no creer en su existencia.

Sin embargo, ... sin embargo, quizá tenga algo de valioso.

Por lo pronto, si usted pudo leer hasta este párrafo, algo habrá entendido que podría cambiarle una estrategia tan adversa y dolorosa por otra menos costosa.

 
(Este es el Artículo Nº 1.785)