lunes, 4 de abril de 2011

Reflexiones sobre el “mal de amor”

La creencia en el libre albedrío se sostiene —aunque sea falsa—, porque nos brinda placer y diversión.

El tema del amor tiene más tinta derramada sobre revistas y periódicos que sobre libros.

No es que estos sean más valiosos que aquéllas, pero es cierto que las relaciones de pareja, el amor entre hombres y mujeres, las peripecias matrimoniales, parecen temas ideales para opinólogos (filósofos silvestres, parlanchines, sabios de segunda selección).

Quizá sea una cuestión estadística: como todos creemos tener ideas claras y empíricamente confirmadas (por nuestra propia experiencia), entonces la cantidad de aportes, informes y comentarios silencian otras voces que habitualmente son escuchadas por considerarlas creíbles.

Sin embargo, los problemas afectivos ocupan casi toda la vida de casi todo el mundo.

Las dificultades afectivas pueden ser terminales. Sin amor, literalmente morimos.

No sé si lo que te contaré es verdadero y ese es el punto más fuerte porque nadie sabe cómo son las cosas realmente. Nadie supera la categoría de hipótesis, creencia, suposición.

Te comento mi hipótesis.

— La hembra humana acepta a ciertos varones (accesibles, próximos) e ignora al resto, porque funciona según su instinto.

— Por lo tanto no elige a nadie. La naturaleza le impone que geste con fulanito.

— El varón (¿polinizador?) recibe la orden de enamorarse de quien lo señaló y se desespera inútilmente si la que a él le gusta (¡vaya uno a saber acordándose de quién!), ni lo mira.

— Las historias que tejemos en torno a estos fenómenos naturales (lluvia, enamoramiento, sismo), son sólo fantasías divertidas.

En suma: si reconocemos que el libre albedrío es una ilusión, nuestros problemas afectivos se reducen sustancialmente.

Claro que si aceptamos que todo está determinado orgánicamente —porque el amor es pura materia—, lo que ganamos en tranquilidad lo perdemos en diversión.

Artículos vinculados:

«La suerte de la fea...»

Ellas tienen motivos para llorar... y celar

¡Qué sola estoy!

●●●

Las fantasías sexuales y el dinero

Se facilita ganar dinero en tanto podamos convencernos de que trabajar con fines de lucro, no es una felación, ni tampoco una forma de prostituirse.

El cambio de vida que parece más dramático en los jóvenes es dar por terminada la etapa de formación (estudio) para comenzar a ganar tanto dinero que le permita autosustentarse.

Ganar el dinero suficiente como para solventar los propios gastos, eventualmente colaborar con el presupuesto familiar y hasta para fundar un nuevo hogar, constituyen rasgos de adultez relevantes.

Aquellas familias que pueden mantener al hijo hasta que este termine un estudio universitario, suelen observar cómo le cuesta al muchacho rendir el último examen. Este se inhibe porque teme aprobarlo y quedarse sin lo que justifica conservar la agradable dependencia económica. No aprueba el último examen porque lo horroriza tener que asumir responsabilidades adultas de ganar dinero.

La nuestra es la especie más vulnerable, incompleta e ineficiente, aunque por estos mismos motivos no nos damos cuenta.

Funcionamos obedeciendo ciegamente las leyes universales de la naturaleza, sin embargo algo en nosotros nos provoca el delirio de que tomamos decisiones (libre albedrío).

En este contexto traigo a colación algo de otros artículos para encontrar una posible explicación a esa poderosa resistencia a ganar dinero trabajando.

Les comentaba que metafóricamente, la leche materna, el semen y el dinero están asociados inconscientemente (1).

Con estas ideas en estado latente, muchos piensan que trabajar para otro (conseguir empleo) equivale a una felación.

El joven puede sentir que su ofrecimiento es una forma de prostitución, por la cual tiene que excitar sexualmente a quien tiene mucho semen-dinero (cliente o empleador) y eso le resulta aberrante, asqueante, vergonzoso.

En suma: la resistencia a trabajar para ganar dinero, puede surgir de un problema sexual a partir de una asociación inconsciente (semen=dinero).

(1) El dinero es metáfora o símbolo de la leche materna
El dinero es metáfora o símbolo del semen humano
EnlaceProblemas económicos y/o sexuales

Artículos vinculados:

La desocupación laboral y las fantasías inconscientes

●●●

Problemas económicos y/o sexuales

La sexualidad está presente en los aspectos más importantes de nuestra existencia. Es su eje.

He creado un blog (1) donde se encuentran los artículo que argumentan a favor de la hipótesis según la cual el ser humano (y cualquier otro ser vivo) tiene por única misión conservarse él y la especie.

Sin embargo esta propuesta no es coherente con las hipótesis reunidas en este blog y que fundamentan la idea de que el libre albedrío no existe porque estamos totalmente determinados por factores ajenos a nuestro control (genéticos, geográficos, culturales, etc.).

En otra palabras, si el ser humano tiene por lo menos una misión (conservar la especie), entonces tiene algo para decidir, lo cual no puede ser.

Para conciliar ambos conceptos correspondería decir que ni siquiera tenemos la misión de conservar la especie porque la naturaleza nos impone el deseo sexual reproductivo, nos obliga a buscar alivio de los dolores y curación de las enfermedades.

En este contexto de conservación de la especie y determinismo, los humanos tenemos el siguiente desempeño.

— Los senos maternos fijan en cada uno de nosotros las primeras sensaciones de bienestar asociadas a la sobrevivencia (conservación de la especie);

— Los senos dejan de alimentarnos y esa carencia nos instala una sensación de incompletud inespecífica, genérica, inefable, que denominamos deseo;

— La condición de carencia inespecífica, genérica e inefable permite suponer que la leche materna (objeto perdido) puede ser representada en la vida adulta por el dinero porque también satisface genéricamente nuestras carencias;

— Tanto la felación (2) como besar los senos, evocan nuestra lactancia y forman parte de las prácticas sexuales adultas.

Conclusión: si existe un vínculo entre nuestro deseo (lactancia perdida), el dinero como símbolo de la leche materna y la sexualidad adulta, entonces los problemas económicos pueden estar vinculados a los problemas sexuales.

(1) La única misión

(2) La felación lactante

●●●

Curso de astronauta. Inscripciones abiertas.

Nuestra seguridad laboral aumenta si podemos ofrecer la satisfacción de necesidades y es menor si sólo podemos atender la satisfacción de deseos.

Nunca he hablado con gente que descree del libre albedrío como yo.

Quizá he intercambiado algunas ideas pero aún no sé qué piensan quienes dedican todo su esfuerzo a pensar en el determinismo.

Por eso mi suposición de que estamos totalmente determinados por factores ajenos a nuestro control (igual que el resto de las cosas —dotadas o no del fenómeno vida—, del universo), se va confirmando a medida que pasa el tiempo sin cruzarme con ideas opuestas y convincentes.

En varios artículos (1) he mencionado cómo el fenómeno vida (que nos diferencia de los objetos inanimados) depende de las molestias que padecemos a causa de las necesidades y deseos.

Con estas premisas, observemos algo de lo que ocurre con la oferta y la demanda, tratando de encontrar explicaciones para nuestros vínculos laborales, afectivos, afectivos.

Las necesidades son específicas: el hambre demanda comida, el frío demanda abrigo, la intemperie demanda vivienda, el miedo demanda protección, el exceso de trabajo demanda colaboración.

Los deseos no son específicos: el deseos de dibujar demanda papel y lápiz, o aprendizaje con profesores, o concurrir a museos, o comprar cuadros, o leer biografías de grandes maestros, o crear una galería de arte que se dedique al trato profesional con artistas y compradores. La lista puede ser muy extensa.

Estas reflexiones nos permiten suponer que tendremos más probabilidades de ser requeridos (demandados, solicitados, contratados, empleados) si somos capaces de satisfacer adecuadamente necesidades y que nuestra capacidad para satisfacer deseos probablemente vaya acompañada de una mayor inestabilidad en los vínculos (laborales, afectivos, familiares).

En cualquier caso, los vínculos se establecen para satisfacer necesidades y/o deseos, aunque los idealistas demoran un poco más en aceptarlo.

(1) Vivir duele

●●●

No querría contrariarte

Nuestro mensaje está diseñado —en grandes líneas, tendencias, tono— por quien habrá de recibirlo. Podría decirse que «los libros son escritos por los lectores».

Cuando emitimos un mensaje (oral o escrito), estamos tratando de provocar una cierta reacción en nuestro interlocutor (oyente o lector).

Queremos de él cosas positivas (que nos ame, nos respete, nos ayude) o cosas negativas (irritarlo, vengarnos, destruirlo).

Quienes hablan ante los receptores del mensaje (oradores), pueden ir chequeando si su objetivo se va cumpliendo, observando sus reacciones de aprobación o rechazo.

Cuando enviamos un e-mail, necesitamos suponer cómo será leído el texto, trataremos de no repetir malos entendidos del pasado, evitaremos los comentarios peor recibidos por el destinatario, realzando los temas que más le gustan.

Quienes escribimos para lectores desconocidos, tenemos que imaginarlos.

Sabemos que agradaremos a algunos y que otros, irremediablemente, no podrán leernos, nos rechazarán.

Imaginamos la franja etaria (las edades máximas y mínimas), el nivel cultural, el léxico que conocen, el estilo que prefieren (resumido, expandido, directo, sutil, indirecto, metafórico, literal, reiterativo, agresivo, tolerante), ideología, nivel socio-económico.

Una vez más, en este artículo pretendo comentar la otra cara de la (supuesta) realidad, que siempre existió pero de la que generalmente no se habla. Este es un rasgo de mi perfil como escritor.

Voy al punto:

Lo habitual es pensar que decimos lo que deseamos, que somos libres de exponer nuestras ideas y que nadie nos influye.

Esta es una sensación típica de quienes creen en el libre albedrío.

Por los ejemplos expuestos más arriba es posible afirmar que nuestro discursos (lo que decimos) está delicadamente (con disimulo y sutileza) diseñado (determinado) por el receptor.

Los receptores de un mensaje, sólo quieren ser ratificados y no soportan ser contrariados. Desean «más de lo mismo», desean perfeccionar lo que ya tienen (información, creencias, prejuicios).

●●●